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(Comentarios sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
02/03/2024 – 22 DE ADAR RISHÓN 5784
COMENTARIO 1:
Nuestra Sagrada Torá en Perashat Ki-Tissá cuenta la famosa historia dej Jet ha-Eguel, el pecado del becerro de oro, en respuesta a la cual Moshé arrojó al suelo y destrozó las tablas de piedra que HaShem le había dado en la cima del Monte Sinaí, sobre las cuales estaban grabados los “Aseret haDiberot” – los Diez Mandamientos. Después de que HaShem accedió a perdonar al pueblo, le ordenó a Moshé que tallara dos nuevas tablas de piedra sobre las cuales se grabarían nuevamente los mandamientos (34:1).
La Guemará en Masejet Nedarim (38a) discierne de la formulación de la instrucción de D’s a Moshé – “pesol lejá ” (‘talla para ti’) – que el pesolet (concepto interpretado del verbo ‘pesol’), el polvo que se producía cuando Moshé cincelaba las piedras, podía ser guardado por Moshé. Este polvo era muy valioso – los comentaristas explican que se trataba de un tipo de piedra preciosa – y así Moshé se hizo rico como resultado del “pesolatán shel ha-lujot” – el polvo producido por el tallado de las nuevas tablas (debemos saber que ‘pesolet’ en hebreo significa desperdicio; de hecho aquello que ‘sobró’ de las Tablas, quedó para Moshé Rabenu).
¿Cuál podría ser el significado de que Moshé obtuviera riqueza al tallar un segundo juego de tablas después del pecado del becerro de oro?
El Jatam Sofer (Moses Schreiber, Frankfurt 1762– Pressburg – Hungría 1839) ofrece una interpretación alegórica de la observación de Guemará. Sugiere que la imagen del “polvo”, los pedazos de piedra que en realidad no formaban parte de las lujot (tablas), representa lo que no está escrito como parte del corpus de la Torá, pero debe entenderse por sí mismo. La decencia común y la cortesía básica no están incluidas entre los requisitos técnicos de la ley de la Torá, pero nuestro compromiso con las midot (rasgos de carácter refinados) debe preceder a nuestro compromiso con las demandas específicas de la Torá. Carácter refinado, el Jatam Sofer explica, es el material del que se hicieron las tablas de piedra; no está escrito en las tablas junto con los otros mandamientos, sino que forma la base y el fundamento de los mandamientos.
La “riqueza” de Moshé, su estatura especial como profeta de D’s y como comunicador de Sus mandamientos, explica el Jatam Sofer, resultó de “pesolatan shel lujot”, su destacado personaje. En Perashat Shemot, donde la Torá nos habla de la vida de Moshé antes de ser elegido para su rol de profeta y líder, leemos sobre su sensibilidad hacia la difícil situación de los desfavorecidos y su compromiso desinteresado para ayudar.
La Torá no menciona la brillantez o la devoción de Moshé por D’s, pero da varios ejemplos de su compasión por los oprimidos y su desprecio por la injusticia. Intervino cuando observó a un capataz egipcio golpeando a un esclavo indefenso, cuando observó a un esclavo israelita golpeando a otro y cuando observó a los pastores midianitas desplazando a las hijas de Yitró del pozo. Por lo tanto, explicó Jatam Sofer, la Guemará atribuye la “riqueza” de Moshé, su estatura única de grandeza, a “pesolatan shel lujot“, a su carácter, su empatía, compasión y sensibilidad, a aquellas áreas de la Torá que son prerrequisitos entendidos por sí mismos para los dictados formales de la Torá. Antes de que podamos esperar alcanzar la grandeza, primero debemos lograr la bondad, comportándonos con decencia y sensibilidad básicas hacia los demás.
Allí entonces, en lo que a veces se considera el ‘desperdicio’, anida nuestra verdadera riqueza humana…
COMENTARIO 2: No todo lo que brilla es oro…
Impaciencia. Incertidumbre. Inseguridad. Cuántos estados de ánimo son necesarios para explicarnos lo inexplicable. Porque al arribar a la presente perashá, muchos de nuestros pensamientos, conjeturas y afirmaciones, parecen esfumarse o simplemente derrumbarse ante los hechos…
Hablamos por cierto de algo conocido. Pues así como no podemos dejar de saber acerca de los Diez Mandamientos y del Monte Sinai, la Revelación maravillosa del Creador ante Su pueblo, tampoco se escapa de nuestras retinas –más allá de no haberlo vivido ni visto–, la figura del Becerro de Oro, Éguel haZahav, que le sucedió en los acontecimientos.
Parecería ser que ambas imágenes van juntas y se encaminan decididas “a competir por un lugar entre nosotros”. Y seremos nosotros, en definitiva, los que debamos resolver la dura y compleja ecuación que nos proponen los tiempos: Habremos de aferrarnos a Lo Eterno, a la Gloria y Majestuosidad que presentan las Tablas de Piedra, el Testimonio de la Ley Divina, o nos dejaremos atrapar y seducirpor lo que brilla y resplandece ante los ojos, consumiendo lo más precioso que poseemos: la capacidad de discernir y elegir entre libertad o idolatrías.
Tal es la situación que enfrentamos en “Ki Tisá”, una de las últimas secciones del Libro de Shemot, que nos enfrenta al riesgo mismo de caer presa de nuestras propias indefiniciones, de nuestras continuas inseguridades, de nuestras constantes dudas e irreflexiones.
La perashá nos presenta a un hombre, el más grande entre los Profetas, viviendo la Gloria en lo alto de una montaña, casualmente la más baja; y por otro lado, a su pueblo, en lo más bajo de la ladera, transitando las horas más dramáticas de su existencia, al cuestionarse si su líder, que ha ascendido a esa montaña hace ya cuarenta días, los ha abandonado para siempre.
Un hombre en la soledad de las alturas, ligado a lo Eterno, al Eterno; y su pueblo, en la complejidad de las sociedades, atándose a lo pasajero, lo temporal, lo reductible…
Tal la paradoja que se nos presenta en ésta, nuestra perashá. Situaciones humanas, con resoluciones humanas. Nada más pero nada menos…
“Lej red ki shijet ameja…”,le dice el Todopoderoso a Moshé nuestro maestro. “Ahora ve y desciende, porque tu pueblo se ha corrompido…” son las Palabras que se escuchan en los Altos y recónditos Cielos. No hay razónpara permanecer en lo elevado –parece decirle D’s a Moshé–, cuando una nación, allí abajo, está perdiendo su razón…
El Midrash que cita Rashíes un poco más crítico: “No hay motivos para la grandeza del líder, cuando su pueblo se ha empequeñecido…” Todo cuanto le corresponde a Moshé, ha sido a causa del pueblo judío.
Y ahora este pueblo está danzando en torno a un ídolo de oro construido hace instantes. No cabe lugar para la grandeza de un líder ni para hechos de grandeza… Interpretación cruel y realista. Es difícil ser un conductor, para nuestra Torá. Un conductor tiene sentido cuando hay a quién dirigir y hacia donde dirigirlo. La realidad que muestra el pueblo hebreo, a los pies del Monte Sinai, deja mucho que desear. No hay motivos para perpetuar la figura de su líder, se nos insinúa…
Y entonces sobrevendrá la imagen señera de ese líder. Para Moshé Rabenu no cabe la desesperación. Sólo la espera y la plegaria. La súplica de la compasión y el pedido de perdón para su pueblo. Es lo que D’s está esperando. Retornar a la grandeza significa poder descender hasta el peldaño más bajo y volver a empezar, lentamente, a rediseñar la figura desfigurada de un rostro desesperado, que sólo concibe becerros, fulgores, desesperanzas, frustraciones… Moshé Rabenu tiene tiempo. Y apela. Y ruega. E implora. No se da por vencido. Allí la figura y el contorno del hombre que sabe dejar las alturas para volver a conjugarse en verbos terrenales y en posibilidades humanas de perdón y de retorno.
Antes que todo esto tenga lugar, Moshé descenderá, y con él las Tablas. El destino final de esas primeras tablas será la ruptura. Piedras y más piedrecitas que se hacen añicos en medio de las incontables voces de estruendo en torno al becerro. Nadie puede necesitar Tablas de Pacto, con Palabras de Vida, de Principios, cuando se esta viviendo el fin, la muerte, la idolatría feroz y mutilante… Fuimos testigos de cómo las Tablas se pulverizaban en pedacitos ante nuestros propios ojos. Toda nuestra existencia perdía razón de ser. Perdía la razón en última instancia…
Pero llegará también el perdón de la mano de Moshé, decíamos. Y nuestra perashá nos lo presenta como una suerte de bálsamo revivificador. Porque eso es el perdón, en definitiva. La capacidad de volver a aceptar al otro en sus condiciones.
“Si he encontrado favor a Tus Ojos, enséñame Tus Caminos, para que Te Conozca y siga hallando favor Contigo…”, implora Moshé al Todopoderoso. En su búsqueda en pos de la Gloria de HaShem –ocurrida después de la traumática experiencia de hacer pedazos las Tablas de la Ley–, Moshé recibe la orden de reemplazar las Tablas quebradas. “Dijo HaShem a Moshé: alísate dos tablas de piedra como las primeras y escribiré sobre ellas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste”. Los sabios talmúdicos asociaron con el texto una idea llamativa y atrevida: “que quebraste” “asher shibarta, iashar kojajá she-shibarta”, dijeron. Que mereces ser encomendado por quebrar.
La destrucción de las Tablas de Piedra fue en realidad una acción deseable. Sin ella jamás hubiéramos podido apreciar su valor. Sólo cuando están hechas añicos se plantea la tarea de escribir nuevas tablas a partir de los mandamientos fragmentados. “Recibimos la Torá –afirma el Rabino Soloveitchik Z”L–, sólo después de haber sido rota y haber hallado la fuerza para juntar de nuevo los pedazos…”
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi
.. Shaloom, Shaloom…!!
… Shalom Alheigem!!
…. gracias …. Baruj Ashem Adonai…. guarde sus personas!!