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Porque estamos a tiempo (Comentario sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
Avanzan los días de Elul y con ellos la sensación –plena y segura- que el camino hacia el nuevo año parece definir costas seguras y “mei menujot”, como las llama el rey David en su Salmo, ‘aguas serenas’. Y en honor a la verdad, más que una expectativa, es nuestro anhelo que así sea.
La familia es el nudo central de la existencia judía. Padres e hijos, el delicado y fino entretejido que hacen los nudos. “VehaJut haMeshulash ló bimherá inatek…” afirmaba Shelomó con su sabiduría. ‘El hilo de tres nudos no podrá se roto con facilidad’. Porque cuando hay vínculo, hay palabras. Y cuando cabe la comunicación, los vínculos se afirman. Porque el amor entre padres e hijos se halla en un plano más elevado. Pero la cuota diaria de afecto, transcurre por los ojos que ven, los oídos que escuchan, las manos que sostienen, los pies que acompañan y la boca que se expresa…
Para la tradición judía que vive los días del calendario general así como los de este mes singular, ese nudo existencial es el que da fuerzas, el que inspira y nos proyecta hacia el por-venir. Que el año a inaugurar sea ‘bueno y dulce’ depende del adentro más que del afuera. Depende de cómo estemos nosotros y nuestros vínculos inmediatos. Depende de la quietud interior antes que la paz externa…
La Torá nos presenta un diseño problemático de familia esta semana. La existencia de un hijo “sorer umoré”, que los traductores lo denominan ‘rebelde y contumaz’, nos alarma profundamente. ¿Qué hace este hijo? O mejor dicho…¿Qué no hace? “Einenu shomea bekol abiv ubekol imó”. ‘No escucha ni la voz de su padre, ni la voz de su madre’. Pero algo más…”Zolel vesobé”…’Come mucha carne y toma mucho vino’.
¡Qué cuadro complejo! Relaciones difíciles. Ya que su padres, aclara el texto, tratan de reprender su actitud –“veiserú otó”-, pero sin éxito. “Veló ishmá…”. Pero no los escucha.
Hay un problema. ¿Podemos enfrentarlo? En el cuadro bíblico, la sentencia del Tribunal es ejemplificadora así como dramática. ¿Podremos resolver las cuestiones del adentro sin recurrir al afuera? La cuestión no es simple. Así lo ven los sabios de Israel cuando nos presentan a este hijo particular que más allá de su rebeldía, termina siendo un ‘maestro’ para el afuera. Aunque el mal mayor, sostenían los sabios, pasaba por la conducta del beber y el comer en demasía, que lo llevaba a ‘vaciar su casa’ con tal de sostener su vicio, para más tarde, cuando ya no encuentra cómo satisfacerse puertas adentro, ‘roba de su padre y de su madre para conseguir su cometido fuera de las paredes del hogar’. El fin lo prevemos…’Para terminar robando en la vía pública’ afirman los sabios del Talmud a las personas…
¿Qué le está sonando conocida la historia? Y tal vez…El alcoholismo no reconoce límites, tanto como las drogas…Tenemos un problema grave parece decirnos la Torá. No somos escuchados ni nos quieren escuchar. Algo se ha roto. Y el nudo existencial parece transformarse en algo que nos sofoca, nos quita el aire, nos oprime más y más…
El Talmud, nuestros maestros, han observado con preocupación a esta familia. Y porque abogan por soluciones que no sean sólo dramáticas y contundentes, tal como se resuelven en nuestra parashá, lamentablemente. Tal vez porque sabían, que estas historias ‘terminan mal’ indefectiblemente. Entonces, decidieron echar una mirada a los vínculos. Decidieron entrar a ese hogar y observar el intercambio entre las partes. La evidencia del hijo, estaba a la vista. Sus progenitores así lo denuncian. “Come mucha carne y toma mucho vino”… “No escucha nuestras voces”.
Sin embargo, advierten los sabios: “Si uno de los padres era ciego, sordo, mudo, rengo o manco, ese hijo nunca ingresará en la condición de ‘sorer y moré’”…Curioso diagnóstico por parte de los sabios. Cualquier defecto –en principio- exime al hijo de transformarse en ese ser irreconocible para su casa y su medio…
Pero una lectura menos superficial, nos conduce a un diagnóstico diferencial preciso. Sugieren los intérpretes: “Si como padres, alguno de nosotros dejamos de ver lo que nuestros hijos hacen o sus compañías; si alguno no escucha porque el tiempo ya no da y no hay paciencia; si hemos dejado de hablar, y el mundo de los silencios se ha instalado como sistema de comunicación familiar; si nuestro caminar junto a ellos, si el acompañarlos renguea o si nuestras manos ya no se extienden como en la infancia, pero ahora para una caricia o tal vez una ‘mano fuerte’….”. Entonces, afirmaban ellos, si algo de esto nos pasa, el hijo no es “sorer umoré”…
El tiempo de Elul que precede al nuevo año, requiere de mucha atención. De nuestra atención. Estar atentos, no es vigilar. Es estar con el otro cuando me puede necesitar. Es poder hablar de lo que le pasa al otro, aunque no siempre le pueda resolver sus dilemas. Es poder decir ‘sí’ y también ‘no’ cuando se debe. Es caminar o tomar su mano. Sentir su calor o su frío. Pero sentirlo…Es saber que el afuera no puede resolver por sí solo, con todos sus escapismos, las angustias del adentro…
Familia. Nudo esencial que libera el sentido del vivir…Elul es la ocasión propicia para reformularla. Porque estamos a tiempo. Estamos en tiempo de hacerlo…
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!
De todo corazón,
Mordejai Maarabi
profunda reflexión sobre la familia, primero resolver lo interior de cada ser y luego lo externo, y eso es lo que es difícil porque aveces ni nosotros no podemos encontrar nuestro problema interno