Blog
YOM KIPUR: EL DESAFÍO PARA EL ALMA
- septiembre 21, 2023
- Publicado por: Admin
- Categoría: Festividades Judías
¿Perdón o purificación?
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
El arribo de Iom haKipurím nos conmociona. Cada cual piensa en el tiempo del ayuno y de cómo habrá de sobreponerse a estas veinticinco horas únicas que nos llevarán de la mano del encuentro con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con D’s.
Los preparativos son múltiples. En la tierra así como en los Cielos. Entre nosotros, el tiempo del ocaso marcará indefectiblemente el ingreso del día. El Juicio que tiene lugar en este día, es único e irrepetible. A veces, la preocupación por la calidad de nuestro ayuno nos aleja del sentido que ese juicio significa para nuestro vivir futuro. Es que los hombres imaginan a veces la vida como un proceso meramente biológico, al menos los años del vivir que nos aprestan a crecer, estudiar, trabajar, formar una familia. La salud del cuerpo, su bienestar y cuidado, son tarea prioritaria. Iom Kipur, esa isla en el tiempo, se vive como carencia por lo general, no como suficiencia…
Y eso es en tanto y en cuanto posterguemos o, más tristemente, dejemos de considerar los procesos espirituales del vivir, que hacen también a nuestros días en este mundo. Lo ‘espiritual’ parece ser un compartimento estanco a ser vivenciado y experimentado en determinadas ocasiones, contadas diría.
Y en ese contexto, Iom Kipur no escapa a la general de la ley, lamentablemente. Nos preparamos para el ayuno del cuerpo pero no nos abastecemos lo necesario para el deleite del alma.
Y es cuando asociamos el sentido del ‘Perdón’ que contiene el día por excelencia con la calidad de nuestro ayuno. Por allí –pensamos- pasará la ecuación final de este tiempo consagrado por nuestra Torá.
Otros, sin embargo, agregarán una condición más a su esmerado afán: la plegaria, Tefilá, como el vehículo transportador de mi ayuno físico hasta la estación terminal del perdón. Y no está mal. Porque le habrán incorporado una cuestión espiritual al esfuerzo del físico.
Para ambos, la tradición oral les advierte: “etzem ha-iom mejaper…”, es decir, que ‘la esencia misma del día conduce al perdón’. O sea, la llegada de día de Kipur, con la puesta del sol, nos acerca el tan anhelado perdón. Por tanto… ¿Qué valor tiene el ayuno o mi plegaria puede preguntarse asombrado nuestro lector?
El valor inicial de ambas actitudes se encuentra en la decisión noble de haberlas decidido. De tomar parte y ser artífice de la comunidad del pueblo de Israel. De que el día por comenzar no es un día más, sino que El Día. Allí comienza a diseñarse el perdón anhelado. “Ve-nislaj le-col adat Bené Israel” se escucha como eco en las inmediaciones del “Cal Nidré”. ‘Y les será perdonado a toda la congregación de los Hijos de Israel’. Perdón como comunidad. Perdón plural.
Entonces es cuando debemos penetrar el último sentido del sagrado día. Pues si el ayuno y la plegaria están incluidos en el perdón del comienzo… ¿Qué ocurrirá entonces conmigo en la hora veinticinco? ¿Acaso el sonido del Shofar me llevará nuevamente por los pasos del satisfacer mi hambre, o su aguda teruá –sonido entrecortado que denota dolor- me estará anunciando cómo volver a reunir mis múltiples divisiones e intentar ser una sola criatura?
Si buscamos el perdón –más allá que el mismo nos llegue “de Arriba”-, es porque lo deseamos fervientemente. Si logramos plasmar en las cinco plegarias del día parte de nuestros fracasos y de cómo superarlos, es porque anhelamos ser otra persona. Nuestro perdón y nuestra plegaria nos muestran cuánto nos hemos equivocado. Pero no nos condenan. No cierran la puerta, por el contrario, la dejan entreabierta.
A veces el judío que no asiste, que no es parte por su argumento de ‘no ser religioso’, nos está privando de ser una comunidad. Sin él, no somos ‘adat Bené Israel’ como decía el versículo.
De allí que debemos buscar un sentido más. Porque toda falta cometida, deja sin duda un espacio vacío en nosotros. Deja una ‘mancha’ al decir de Soloveitchik. Algo que ha modificado nuestra personalidad, que ahora debe retornar a ser ‘la de antes’… Ser conmigo mismo y ser junto con el otro.
De allí que el perdón sólo no sea suficiente. “K iba-iom ha-zé iejaper alejem” nos susurra la Torá. ‘Porque en este día D’s os habrá de perdonar’. Pero el versículo continúa. “Letaher etjem mi-col jatotejém”: para purificarlos a vosotros de todos vuestros pecados’.
Allí la esencia del día. Un perdón que abre las compuertas de la purificación. Aguas puras que limpian toda mácula. Que dejan en su frágil transparencia, un alma visible, sustentable, sostenible. Iom Kipur propone la pureza como camino de retorno y de reencuentro con D’s y con nuestra sociedad.
Aguas puras que descienden a lo largo de veinticinco horas, imperceptibles a nuestra sed física, pero que deleitan las almas sedientas. Aguas Celestiales que se entremezclan con alguna lágrima que se deja escapar cuando el recuerdo de los amados que ya no están pero que desde Lo Alto, escurren su emoción al vernos sucesores dignos de una continuidad anhelada. Aguas puras que vienen a inundar a la congregación de un manto de bondad y generosidad para emprender el camino de regreso al hogar, para empezar un nuevo día…
Y es entonces cuando el versículo precitado llega a su fin: “Lifné HaShem Titharu…”. ‘Delante de HaShem, vuestro D’s, os habréis de purificar’. Ahí lo esencial de un día. Allí el secreto más hermoso del día más feliz de nuestro calendario… Sabernos puros es reeditar el nacimiento. Yom Kipur nos regala la instancia del volver a nacer…