Blog
(Comentarios sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
10/02/2024 – 1 ADAR RISHÓN 5784
COMENTARIO 1:
La Torá en Perashat Mishpatím introduce la prohibición de oprimir a las viudas y huérfanos: “No oprimirás a ninguna viuda ni a ningún huérfano” (22:21).
El Rambám analiza esta prohibición en Hiljot De’ot (6:10), donde especifica con precisión cómo la Torá en este versículo exige que tratemos a las viudas y a los huérfanos:
“¿Cómo deben ser tratados? Uno debe hablar con ellos solo de manera agradable y tratarlos solo de manera respetuosa. Uno no debe causarles dolor corporal a través del trabajo o dolor emocional con palabras duras. Y uno debe preocuparse más por su dinero que por su propio dinero”.
En resumen, la Torá exige que evitemos causar angustia a los huérfanos o viudas física, emocional o económicamente.
Se puede obtener más información sobre la naturaleza y la definición de este comando en los comentarios del Rambám más adelante en este pasaje:
“¿Cuándo se aplica esta [responsabilidad por oprimir a los huérfanos o las viudas]? Si alguno los oprime para sus propios fines. Pero si un maestro los oprimió para enseñarles Torá o un oficio, o para guiarlos por el camino correcto, esto está permitido. Pero aun así, no debe tratarlos como a todas las personas, sino más bien hacer una distinción con respecto a ellos y guiarlos agradablemente y con gran compasión y honor, porque dice: “porque HaShem librará su batalla [de los pobres]” (Mishlei 22:23).
El Rambám aquí pinta un cuadro complejo de la forma adecuada de tratar a las viudas y huérfanos, específicamente cuando se trata de jóvenes huérfanos, que deben recibir educación. La prohibición de “oprimir” a los huérfanos no exime a sus educadores de la responsabilidad de disciplinarlos adecuadamente como parte de su formación y educación. Sin embargo, agrega el Rambám, incluso en tales circunstancias, los huérfanos deben ser tratados de manera diferente: “ya’aseh lahem hefresh”.
De esta formulación se desprende que la mitzvá relativa a los huérfanos y las viudas se define en términos de “hefresh”– distinción. Obviamente, este mandato se manifiesta prácticamente a través de una amabilidad especial y un enfoque suave, como escribe el Rambám, “y guíalos con agrado y con gran compasión y honor”. Pero la definición fundamental de esta mitzvá involucra distinción, requiriendo que los miembros vulnerables de la sociedad sean tratados de manera diferente al resto.
El concepto subyacente a este mandamiento probablemente se expresa en el famoso versículo de Tehilim (68: 6) que describe al Todopoderoso como “el padre de los huérfanos y el juez de las viudas”. Las viudas y los huérfanos carecen del apoyo y la protección que tienen otros ciudadanos y, por lo tanto, el Todopoderoso asume el papel de “padre” y guardia personal. Y por eso la Torá advierte aquí en Perashat Mishpatím que cuando las viudas o los huérfanos sean oprimidos, “mi ira se enfurecerá y los mataré a espada”. El Rambám, en este mismo pasaje de Hiljot De’ot, interpreta esta advertencia como un “berit”- un pacto formal – que D’s hace con las viudas y huérfanos garantizando escuchar su llanto cuando sufren opresión. D’s establece una relación especial con ellos, asumiendo el papel que nadie más puede desempeñar y, por lo tanto, asume la responsabilidad personal, por así decirlo, de su bienestar.
Este concepto probablemente explica la descripción del Rambám de “hefresh”, la obligación de tratar a las viudas y huérfanos de manera diferente. Un tutor contratado para enseñar a un príncipe, comprensiblemente, tratará al príncipe de manera diferente a sus otros estudiantes. Esto no significa que excusará al niño de las asignaciones o tolerará la mala conducta, pero en un sentido general, lo tratará con mucha más delicadeza de lo que normalmente trata a los estudiantes bajo su cargo. La obligación de “hefresh” por lo tanto, podría significar que debemos tratar a los huérfanos como miembros de la familia inmediata del Todopoderoso. Se les da una distinción especial porque son especiales, miembros de la familia real, niños bajo la supervisión directa y personal de D’s. Este estatus especial exige un trato especial, incluso en contextos que exigen disciplina y formación.
“Hefresh” marca la “diferencia”. Pero cualitativa. En nuestro trato. En nuestra aproximación a esos otros seres que aguardan de mí comprensión. Pues allí comienza la verdadera ayuda. Y el Rambám vuelve a sorprendernos. Novecientos años casi nos separan de él. Pero a veces lo sentimos como si nos estuviera hablando hoy. Junto a nosotros. Para ser mejores personas. Para que nuestra Emuná se fortalezca, haciendo fuerte a los más débiles…
COMENTARIO 2: Crecer…Crear…y Creer
“Ve-éle haMishpatím asher tasím lifnehém”. Una dimensión diferente y también totalizadora nos regala la presente perashá. Frente a lo ‘incógnito’ de la Revelación Divina durante Perashat Ytró – “el Ma’amad Har Sinai”-, donde todo transcurrió entre el asombro y el estremecimiento, nos llegan los ‘mishpatím’, ese escenario donde lo ‘simple’, las circunstancias del vivir cotidiano –los problemas del día a día- suceden lo maravilloso y único de lo vivido.
¿Cómo habremos de experimentar tamaño cambio en la realidad? ¿Se puede estar preparado para lo sublime y ahora descender un escalón para aceptar la convivencia con lo rutinario? Recordemos que el ser parte de la Revelación del Creador en Har Sinai, requirió una preparación intensa diría, de tres días, tanto como para hombres como para mujeres. Cada cual hubo de ‘tomar distancias’ –no tan solo de la montaña- sino de su prójimo=próximo a fin que prevalezca la santidad, de cuerpos, de mentes y de almas…
Sólo así los Bené Israel pudieron ser receptáculos de La Palabra. Sólo así comprendieron que “hay un D’s que habló en medio del fuego? tanto como su líder Moshé, lo percibió un año antes, en ese lugar. En medio del fuego creció la pasión; en medio de las brasas que jamás dejaron de arder, tuvo lugar el nacimiento de una nación. “Miminó Esh Dat Lamó”. ‘A su diestra, el Fuego de Su Ley para Su Pueblo’. Sinai puso en marcha la ‘combustión’ espiritual de un pueblo ‘congelado’ por el tiempo. Una suerte de ‘fósiles’ –tal como los vio el Profeta Yejezkel a los habitantes del exilio en otro momento-, para quienes ya no cabía ni siquiera la esperanza.
Sinai vino a encender la esperanza, sensación que se inscribe en el fuego que será desde entonces, patrimonio de cada generación y generación. Tarea primera y primaria. No permitir que el fuego se apague jamás…
“Ve-éle haMIshpatím” – ‘mosif ‘al ha-rishoním’– afirma el experto Rashí. ‘Agrega a las primeras’, en referencia a las leyes y estamentos escuchados en Sinai de boca de D’s. Una pequeña llama se desprende de ese fuego, para llegar a cada intersticio, a cada espacio y lugar del esqueleto social, a fin que el humano sea más que humano, y la idea de D’s, se toque con la eternidad…Po ello que ‘mosif’, agrega algo más de esa combustión espiritual signada por las “Diez Alocuciones” que impregnaron los cielos y la tierra de los redimidos con el fragor especial de una victoria: alcanzar la libertad para abrazarnos con el Creador.
Allí, en medio del fuego y la neblina, allí, conmocionados ante la Palabra hecha ‘Voz’, una nación por completo pudo concebir que la Verdad se abrazaba con ellos. “Anojí HaShem Elokeja…” ¡’Yo soy HaShem Tu D’s, que te he sacado de la tierra de Egipto, de la casa de esclavos…’!
“Bet Avadím”. Escenario de altísima complejidad aquel de Egipto. Espacio en la geografía física que sólo genera esclavos y más esclavitud. Un lugar donde la servidumbre, el sometimiento del hombre para con el hombre, no tiene fin. La expectativa del egipcio es tan nula como la del extranjero. Todos habrán de ser dominados por el faraón de turno. Todos, sin excepción, quedarán atados de pies y de manos para siempre. En Egipto no cabe el alma. No hay lugar para la emoción. En Egipto se vive en ‘Mitzráim’… La estrechez de las aguas. La inmersión hasta el fondo mismo de cualquier aspiración humana…
Es entonces cuando “mosif ‘al ha.rishoním” (‘viene a agregar a aquellas primeras’ según Rashí) cobra más fuerza. “Ki tikné ‘eved ‘ivrí” principia nuestra perashá. ‘Cuando adquieras un esclavo hebreo’. Nuestra sagrada Torá habla acerca de la realidad, mal que le pese a los utópicos. ‘Sabe’ nuestra Torá que la eventualidad de la esclavitud puede golpear las puertas del hombre. Nuestros sabios hablaron específicamente de aquel que ha empobrecido, hasta que sus deudas lo han llevado a la quiebra económica y a la dependencia física del otro. Su necesidad de sostener a su familia y poder romper el cerco que una economía desarticulada le ha provocado, le obliga a ‘venderse’ como esclavo a fin de paliar esa triste y dramática realidad. En un segundo caso, la esclavitud es una condena: el ladrón quien no dispone de los medios para devolver lo robado, deberá ‘pagar’ sus deudas con la sociedad por medio de la cautividad.
En todos los casos, vienen los Mishpatím a establecer justicia. Porque sin duda alguna, la esclavitud no representa el estado natural del hombre. HaShem creó a Adám libre, de cuerpo y de mente. Le dotó de un alma racional –“Tzelem uDemut”, para asemejarse a Su Creador y ser generador a la vez de más y más libertad. Eso es el hombre primordial: un generador de libertades. Pero ocurre, estimado lector, que en el devenir de los tiempos y de los hechos, nos vamos tornando en generadores de esclavitudes…En seres serviles carentes de la idea básica del vivir. De las ansias del saber vivir orientados hacia una fe, una creencia; hacia la dignidad del ser. Hacia la hidalguía del existir en sociedad y generar convivencias…
En todo caso, ese ‘esclavo hebreo’ tendrá un límite en el tiempo de su sumisión. La sociedad judía en ciernes debe saber valorar la libertad. Debe apreciar aquello de “Bené Jorín” –de ser libres, o más específicamente, ‘hijos de libres’- porque para ello nacimos a la arena de los hechos. “Seis años habrá de trabajar, mas en el séptimo año saldrá hacia la libertad”. Tal al primera disposición de nuestra Torá en este camino maravilloso de los estamentos de la justicia social, camino que habrán de transitar los libres para imponer en la tierra de la libertad y de la vida.
“Hine avadái iaronu mi-tuv leb” afirmaba el profeta Ieshayáh. “He aquí que mis siervos cantarán por el regocijo y bienestar de su corazón”. Hemos crecido y sin embargo somos esclavos. Paradojas de la espiritualidad. Aquí los esclavos cantan, se regocijan, su corazón vive el bien…Porque, como enseñaba Rabí Yehudá haLevi: “Los esclavos del tiempo, son esclavos de esclavos; el esclavo de D’s, ése es el hombre verdaderamente libre”.
Llegamos a Sinai. Saber escuchar para luego saber ejecutar la Voluntad Divina, es sumirnos en la más bella y apasionante esclavitud: ser de Él. Hacer Su Voluntad. Crecer junto a Su Palabra. Creer en Su Verdad. Crear una sociedad que sepa de sensibilidades y realidades…
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi
Shabat,Shalom,bendiciones gracias por esta enseñanza y que el HaShen bendiga a la casa de Israel,Amén.