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(Comentarios sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
17/02/2024 – 8 DE ADAR RISHÓN 5784
COMENTARIO 1: Construyendo la Redención…
El tiempo de construir alcanza su expresión máxima en el trayecto de la libertad. Claro que nuestra construcción tiene lugar en un ámbito donde –curiosamente- no hallaremos nada edificado. Por el contrario, su escenario inhóspito y la marginalidad de su geografía no nos llevaría a imaginar que el pueblo judío estaría ocupado de erigir tal obra singular.
Hablamos de un Santuario. Móvil para las circunstancias del traslado. Y de un lugar: el desierto, la cuna donde este pueblo vera nacer su condición de libre y soberano. Sin embargo El Todopoderoso Nos ordena, a partir de nuestra perasha, a transformar lo imposible en posible; a salir del estrecho margen de lo inimaginable, para dar rienda suelta a la creación y la solidaridad; a llevarnos, como pueblo, a ser nosotros mismo el recinto, el espacio donde albergar la Divina Presencia, ‘ávida desde los días del Bereshit de morar entre los hombres’, al decir del Midrash.
Y es por ello que escucharemos el pormenorizado detalle, de materiales y medidas, que habrán de constituirse en la materia prima de este ‘Mishcan’, este increíble lugar de vida que nace en la inmensidad y la soledad del desierto; en medio de la aridez y sequedad de arenas, que no dejan huella alguna entre quienes lo circundan y caminan.
Y quisiéramos detenernos en un aspecto, de los tantos y sutiles que dominan el espectro de lo a construir. Algo que tal vez defina una esencia, un detalle que nos hablara por si mismo de esta construcción peculiar y sublime.
El pueblo judío debería entre otras cosas, erigir un ‘Arca’ –“Aron”- para contener la Sagrada Tora. Y ese Arca, mas allá de los lineamientos propios, debería llevar en su cabezal “Shenaim Kerubim” – es decir- ‘Dos Kerubim’ de oro puro, tallados en un solo bloque, hacia ambos extremos del Arca de la Ley.
Estos ‘Kerubim’ son una suerte de ‘ángeles’ representados en el ámbito sagrado de la Tora. Y nuestra Tora los define como ‘ángeles que extienden y despliegan sus alas, por arriba del Arca del Propiciatorio’ y nos agrega que: “U-Fneihem ish el ajiv” – ‘que sus rostros deberán estar enfrentados, uno mirando hacia el otro’.
¿Por qué esta disposición singular? Nos dicen nuestros sabios (Zohar haNigle) que: ‘en todo tiempo que el pueblo judío poseía meritos, estaban los ángeles unidos en intensidad mirándose uno al otro. De momento que el pueblo pecaba, entonces retiraban su mirada y la dirigían hacia el Templo…’.
Una enseñanza básica parecen transmitirnos la Tora y nuestros Sabios: Estos ‘Kerubim’ eran una suerte de ‘termómetro’ moral del pueblo. Su postura singular reflejaba el acontecer del afuera. Mirarse ‘uno al otro’ era demostrar que la solidaridad, el amor y el respeto por el semejante, eran la norma en el seno de la nación hebrea.
Pero cuando ello dejaba de ser, entonces ‘su mirada era hacia la Casa (el Templo)…’. Como insinuando que las mismas personas dejaban ya de mirar al otro, al prójimo, para internarse en un egoísmo insano y en la indiferencia fría y destructiva…
Allí en el mismísimo recinto donde habitaba la Sagrada Tora, allí, todo estaba preparado para mostrarnos nuestra condición primera y esencial, aquella que decía Rabí Akiva, es la regla más importante de la Tora: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo…”.
COMENTARIO 2: Gotas del corazón…
De acuerdo a nuestros maestros –de bendita memoria– la presente perashá fue dicha luego de Iom HaKipurím, el solemne día en que el pueblo de Israel hubo de reconciliarse con Su Padre Celestial y el perdón alcanzó a cada uno y uno de sus integrantes.
“Terumat haMishcán haitá letaken jet haEguel…”, afirma el autor de Atsé Lebanon. La ofrenda para erigir el Santuario Móvil del desierto fue elevada para corregir el pecado ocasionado por la construcción del becerro de oro.
Nuestra Torá da lugar a la reparación. Todo pecado conlleva por cierto su castigo, pero una vez producido deberá trazarse también el sendero del retorno, esa reparación en lo espiritual de la cual hablamos. Y nada más apropiado entonces que disponer del oro, la plata, el bronce y demás implementos materiales ponderados por sus poseedores para hacer de ellos una Terumá…
¿Qué significa, querido lector, esta palabra que lleva la reparación en su contenido tan singular? Para Rashí, la palabra Terumá significa Hafrashá, es decir, separar, disponer de algo que me pertenece. “Iafrishu Lí mi-mamonám nedabá”. Rashí sugiere que el Todopoderoso pide a Moshé que el pueblo judío “separe para Mí de su peculio, una dádiva”.
Por lo tanto, nuestra primera aproximación nos enuncia que la capacidad de dar, tanto del individuo como del pueblo, deben permanecer intactas, sólo que ahora ese dar debe ser dirigido a D’s, y vaya si es necesario captar la diferencia…
Quiere decir que si antes pudieron dar de su oro para un becerro, ahora deberán dar de sus posesiones materiales pero con un objetivo claro y un sentido de veneración y dignidad. Tal como afirma nuestro comentarista al explicar el principio de nuestra sección, las palabras “Veikeju Lí Terumá…”, “Tomarán para Mí una Terumá”: Líquiere decir: LiShmí, En Mi Nombre…
Para el Rab Hirsch ZTS”L, la realidad gramatical de Terumá nos lleva a conjugar el verbo Rum, aquel que nos invita a “elevarnos y ascender hacia Lo Alto”, de modo que podemos deducir a partir de ello –define con singular grandeza nuestro autor–: “…ser llevado hacia lo alto y distinguido a fin de alcanzar un objetivo elevado”. De aquí podremos inferir que no sólo se nos pide dar de lo nuestro, saber dirigir nuestro dar, sino que a partir de ello, nuestra condición de Terumá nos eleve y distinga del resto…
Lo que en esta definición “está en juego” (si se nos permite el uso de esta expresión) es el destino de nuestro dinero. Nuestra perashá nos presentará, tal vez, lo más atípico que pueda acontecer a un pueblo que transcurre su tiempo de liberación por el árido y desolado desierto: Construir un espacio para el Creador, aquello que el Midrash aseveraba como el mayor deseo de D’s desde el tiempo del Bereshit: “Dirá ba-Tajtoním…”, es decir: “Una habitación entre los hombres”.
Es por ello que nuestra perashá “Terumá” llega, en el tiempo, después de Iom haKipurím. Porque ese día trajo consigo el perdón. “Salajti Kidvareja”, “He perdonado de acuerdo a como me los has pedido” (le dice el Todopoderoso a Moshé), y porque cuando hay perdón, hay posibilidad de reparar, de unir y acortar las brechas; y es entonces cuando a Am Israel se le pide hacer, y con el hacer, elevarse, es decir, dignificarse por tener un objetivo, y ascender en su destino por poseer un propósito y una propuesta de vida.
La Terumá eleva porque lleva a construir un Mishcán: un asiento para la Divinidad… Nos lleva a transformar en hechos las palabras del profeta Isaías quien cada mes anuncia al pueblo judío aquello de: “Ha-Shamáim kisí veha-Arets hadóm raglai…”, “Los Cielos son Mi asiento, y la tierra el espaldar de mis piernas…”
Entonces, arribará lo sublime, al comienzo mismo de nuestra perashá: “Ve-asú Lí Mikdash, ve-Shajantí be-tojám…”. Se nos pedirá erigir un Santuario, a fin de que D’s habite en medio de cada uno de nosotros…
Ahora podrá comprender, querido lector, que el puente entre Rashí y Rab Hirsch se construye no sólo por palabras sino por el sentido que producen: Poder separar para poder distinguir y a partir de ello, comprender cómo a partir de cuánto poseo, puedo también elevarme. El propósito de toda nuestra Torá es hacernos comprender que todo cuanto poseemos será nuestro en la medida en que podamos elevarnos con ello y por ello hacia una meta, un ideal.
Y nuestra perashá, en su lección del dar, nos enseña que primero debo elegir dar. Deberá ser una decisión personal, de mi buena y mejor voluntad. Es por ello que la expresión utilizada es: “Ve-Ikejú Lí terumá…”, “Tomarán para Mí una terumá”… No se nos dice “Y darán…” (Ve-natenú). Porque el tomar algo, insinúa “mi iniciativa libre y decisión personal” Nada de compulsión a la hora de edificar para el Cielo…
¡Curiosa advertencia de nuestra Torá! Ya imaginamos ahora lo ocurrido en el episodio del becerro de oro. La compulsión, la ceguera, la humillación y la degradación acompañan todo acto idolátrico. Aunque allí también hay oro y piedras preciosas. Pero se carece de nivel de elevación y por cierto, de distinción. En todo el amplio sentido…
“Me-et col ish asher iddebénnu libó…”, “de todo hombre cuyo corazón desee dar…” Empobrecemos la palabra Iddebennu de su profundo sentido, al traducirla como “dar”. ¿Qué significado singular posee?
Educa el Rab Hirsch: “de la raíz hebraica NaDaB, cercana a NaTaF, salir desde el interior gota a gota… y de aquí en la metáfora: expresar pensamientos, o sea: despertar en el prójimo la capacidad de elevar una terumá…”
Cuando se impone “dar” = elevar (y elevarse) para el Santo bendito Él (y Su Santuario), la minúscula gota emergida de nuestras profundidades, inaugura un mar de bondad y bienestar. Mares que invitan a sumergirnos en la plenitud de nuestra condición judía y humana.
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi
Extraordinaria lección, digna de estudiar y ejecutar en el día a día, Shalom