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PERASHAT “SHEMINI” – SHABAT HAJODESH (SHABAT MEBARJÍM)
- abril 5, 2024
- Publicado por: Admin
- Categoría: Sección Torah
(Comentarios sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
06/04/2024 – 27 DE ADAR II 5784
COMENTARIO 1:
En la sección de apertura de Perashat Sheminí, leemos sobre los dramáticos eventos que tuvieron lugar el primer día que los Cohanim comenzaron a servir en el Mishcán. Después de que Aharón y sus hijos completaron los rituales especiales del día, ofreciendo sacrificios en el altar en el patio del Mishcán, Moshé y Aharón entraron juntos al Ohel Mo’ed, y luego volvieron a salir y bendijeron a la nación (9:23). Varios comentaristas, incluidos Rashbám, Jizekuni e Ibn Ezra, explican que Moshé y Aharón entraron al Mishcán a orar para que D’s se apareciera ante el pueblo.
De hecho, el siguiente versículo dice que un fuego descendió de los cielos y consumió los sacrificios en el altar, a la vista de la gente, que prontamente se inclinó y dio gracias a D’s. En consecuencia, los comentaristas antes mencionados explican que esta era la oración de Moshé y Aharón: que HaShem debería expresar de manera demostrable Su aceptación de los sacrificios ofrecidos en el Mishcán. Fácilmente podemos entender la urgencia del asunto a la luz de la ansiedad que la gente debe haber sentido en ese momento, preocupándose si D’s residiría entre ellos después del pecado del becerro de oro. Bené Israel gastaron una gran cantidad de riqueza y esfuerzo para construir el Mishcán, confiando en la promesa de D’s de perdonarlos y residir entre ellos a pesar de este grave pecado, y ahora que el Mishcán estaba en funcionamiento, Moshé y Aharón le suplicaron a D’s una señal clara de Su residencia en el Santuario recién construido.
Rashí también adopta este enfoque, quien, citando a Torat Kohanim, agrega más información sobre la breve entrada de Moshé y Aharón en el Mishcán.
Rashí cuenta que cuando Aharón completó los sacrificios y no vio señales de la presencia Divina, se culpó a sí mismo y dijo: “Sé que el Todopoderoso está enojado conmigo, y es por mí que la Presencia Divina no ha descendido a Israel”. Aharón pensó que como él había creado el becerro de oro, cargaba con la responsabilidad de lo que supuso fue el fracaso de toda la empresa del Mishcán para llevar la presencia de D’s a la nación. Él y Moshé luego entraron al Mishcán para buscar la compasión de D’s, y Él respondió favorablemente.
Rav Yeruham Levovitz señaló la respuesta de Aharón como un ejemplo de cómo debemos centrarnos en nuestras propias faltas y defectos, en lugar de las faltas y defectos de otras personas. La tendencia natural de la mayoría de las personas es culpar de los problemas y las crisis a las fallas de otras personas, mientras se absuelven de toda responsabilidad. Aharón hizo todo lo contrario: aceptar personalmente la culpa de la situación, en lugar de señalar con el dedo y culpar condescendientemente al resto de la nación. Su ejemplo nos muestra que la respuesta adecuada a los problemas y males que observamos es mirar hacia adentro, hacia nosotros mismos, para ver cómo podemos mejorar nuestra propia conducta, en lugar de apresurarnos a señalar con el dedo a otras personas.
Nuestra capacidad para influir y cambiar a otras personas es muy limitada, mientras que nuestra capacidad para cambiarnos a nosotros mismos es mucho mayor. Con honestidad y determinación, somos totalmente capaces de elevar nuestros propios estándares y ser mejores. La conducta de otras personas, sin embargo, depende enteramente de sus propias decisiones, sobre las cuales tenemos poca influencia. Aunque solo sea por esta razón, deberíamos centrarnos mucho más en mejorarnos a nosotros mismos que en quejarnos de lo que hacen los demás. Cuando vemos la ausencia de la “Shejiná” en el mundo que nos rodea, y nos sentimos preocupados y desalentados por los males y problemas que enfrenta nuestra sociedad y el mundo, debemos resolver principalmente mejorarnos a nosotros mismos, en lugar de decidir que toda la culpa es encuentra exclusivamente con otras personas.
COMENTARIO 2: ¿Quién merece a la princesa?
Estamos leyendo el Tercer Libro de nuestra Torá, Jumash Vayikrá” o bien como su nombre castellano señala: “Levítico”. Este libro, tiene la particularidad de mostrarnos los caminos por los cuales acercarnos al culto del Todopoderoso por un lado, así como también las sendas que conducen al afianzamiento y el fortalecimiento del vínculo entre los seres humanos.
“Vayikrá”, el Tercero entre los 5 Libros de la Torá pareciera estar allí, “en medio” de todos ellos, construyendo un “puente” invisible a los ojos aunque imprescindible para el alma, que permite unir cielos y tierra; que nos permite comprender y expresar el amor a D’s y a las criaturas por igual.
Así, el tema dominante de sus primeros capítulos son los Korbanot, es decir los Sacrificios -animales y vegetales- que serán ofrecidos por el pueblo hebreo en el Santuario de Jerusalém. Si lo recuerdan, querida familia, en la perashá inicial de Vayikrá nos preguntábamos lo siguiente: ¿Qué significa esto de los sacrificios? ¿Son acaso necesarios? ¿Qué vienen a expresar y por qué?
Preguntas y más preguntas. Todas ciertas y valederas. Dudas también. Y sin embargo, la leyes relativas a cada una y una de estas ofrendas, se ofrece con minuciosos detalles a lo largo del texto bíblico.
Afirmábamos también como parte de nuestra respuesta, aquella máxima rabínica que sostenía: “Sobre tres pilares se sostiene el mundo: la Torá, la AVODA, y las Buenas Acciones”. El segundo de estos pilares –AVODA– representa el culto, que en tiempos del Templo eran los Korbanot y en nuestros días lo son las Plegarias.
“Korbán” decíamos entonces, proviene de la raíz hebrea K’R’B, verbo que viene a señalar el concepto de “proximidad”, “estar cercano a”. Lejos está del deseo del Creador, fomentar en el hombre la caza mayor y menor y alimentar su dominio sobre el reino animal (y vegetal) bajo la demostración de derramar sangre a mansalva o bien destruyendo la armonía ecológica de la obra de la Creación.
Al pedir al hombre un Korbán, El Creador le está insinuando un camino que lo acerque y que como resultado de esta proximidad con lo Divino, pueda el ser humano expresar su agradecimiento por el fruto de su trabajo, así como alcanzar Su perdón -en caso de haber obrado esa persona de manera negativa o inadecuadamente-.
Será a través de los Sacrificios que el hombre hallará una vía de comunicación, en tiempos establecidos y bajo estrictas normas rituales que preservarán la esencia vital del animal inmolado, con el Todopoderoso, y ejercitará para sí dos cualidades muy peculiares, a saber: Saber Dar, y también, Saber De Quien Uno Recibe…
Pero aún resta por definir su necesidad. ¿Qué significa DAR? ¿En qué condición estamos dando? ¿Dar significa realmente “sacrificar”? Creemos que la mejor respuesta la podemos intentar con un relato, que como todos los relatos nos invitará a reflexionar y a aprender del mismo. Leámoslo:
“Un padre, en su lecho de enfermo, decide dar a sus tres hijos un regalo muy particular, a modo de herencia. Así, al mayor le regala un largavistas muy pero muy poderoso, tan poderoso, que podría ver -si así lo quisiera-, de un extremo a otro del mundo.
Al segundo de sus hijos, le obsequia una alfombra muy particular…Sí, una alfombra que podría recorrer miles y miles de kms., sobrevolando tierras y mares, llevándolo -si así era su deseo-, a las distantes lejanías del globo terráqueo. En cuanto al tercero de sus hijos, el regalo consistía en una bellísima manzana, de hermoso aspecto y coloración dorada, que tenía una propiedad única: aquella persona que la comiere, debería expresar un deseo y al comerla, ese deseo se cumpliría inmediatamente.
Así entonces -relata nuestra historia-, un buen día, el mayor de los hermanos, utilizando su poderoso largavistas (catalejos), pudo divisar que en un país lejano, más precisamente un reino distante, pudo divisar cómo el Rey se lamentaba y lloraba amargamente en su palacio. Ocurría que su hija, su única hija había enfermado gravemente, y no había medicina ni médico que pudiera curarla. Así, el Rey, declaró que quien curase a su hija, heredaría la mitad de su trono, pero lo principal, se casaría con la princesa…
El hermano mayor, comentó lo visto a sus hermanos, y todos al unísono, decidieron emprender un largo viaje, a fin de ayudar al Rey y a su hija.
Llegaron los 3 hermanos a bordo de la mágica alfombra, y ya en palacio, el tercero de ellos ofreció la solución y la cura a la princesa: Comer de la manzana que su padre le había heredado… Y así fue. La princesa expresó su deseo de curarse, comió la manzana y ¡¡se curó!!
La alegría en el palacio fue interminable. Bailes y banquetes, agasajos y felicitaciones a los héroes. Pero llegó el tiempo de cumplir la promesa real. La princesa debía ahora ser desposada por quien la hubo salvado de su mal… Pero, ¿Con quién habría de casarse??
El hermano mayor sostenía que a él le correspondía. De no haber tenido esos poderosos largavistas, jamás se hubieran enterado de aquel país, de ese reinado, del palacio y la princesa. Así que todo el mérito era de él.
Sin embargo, el dueño de la alfombra se opuso terminantemente. ¡De no haber sido por mi alfombra mágica no hubiéramos llegado nunca a tiempo, y la princesa habría muerto por su enfermedad!, sostenía el mismo, exigiendo casarse con la doncella.
¡Momentito! reclamó el tercero de ellos, dueño de la manzana con propiedades curativas. De no haber sido por mí, de nada hubieran servido los largavistas y la alfombra, pues para curar a la princesa necesitaban de mí, y de mi manzana… ¡Yo debo ser quien reciba la recompensa del Rey, y casarme con la princesa!!”.
Hasta aquí el relato. Cuando estudiamos acerca de los Korbanot (Sacrificios), siempre siempre este relato formaba parte de los cuentos de nuestra infancia. ¿Quién merecía casarse con la princesa? ¿Qué significa DAR para nuestra Torá? ¿Dar lo que nos sobra solamente? La respuesta esta vez, la deben encontrar ustedes…
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi