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(Comentarios sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
11/05/2024 – 3 DE IYAR 5784
COMENTARIO 1:
Perashat Kedoshím contiene uno de los versículos más famosos de toda la Torá: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Vayikrá 19:18), una máxima que, como todos sabemos, Rabí Akiva describe como un “gran principio de la Torá”.
Esta mitzvá se ha convertido en tema de mucha discusión entre escritores halájicos y filosóficos por igual, en un intento de identificar la obligación precisa que implica este versículo y sus fundamentos teológicos. La cuestión más evidente y desconcertante respecto de esta obligación es su carácter práctico. ¿Cómo puede incluso el ser humano más magnánimo amar verdaderamente a los demás en la misma medida en que se ama a sí mismo?
Una explicación sencilla de esta mitzvá sería que implica un procedimiento operativo más que emoción y sentimiento. La Torá no espera que sintamos la misma preocupación por el bienestar de los demás que por nosotros mismos, pero sí nos llama a tratar a los demás de la manera en que nosotros mismos esperamos que nos traten. Esto se expresa de manera más clara y famosa en la respuesta de Hilel al posible converso que exigió un resumen sucinto de toda la Torá. Hilel responde: “No hagas a tu prójimo lo que no deseas que te hagan a ti”. En otras palabras, “Ama a tu prójimo como a ti mismo” requiere que nos imaginemos en las situaciones que enfrentan los demás. Como consecuencia natural de esta perspectiva, llegaremos a tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Mientras que existencialmente sin duda seguiremos más preocupados y atrapados en nuestras propias necesidades, en la práctica brindaremos a los demás la misma cortesía y sensibilidad que esperamos que nos muestren.
Para desarrollar aún más esta perspectiva sobre “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, veamos la famosa profecía de Natán en su amonestación al rey David después del incidente de Batsheva (Shemuel II, 12). Natán describe al rey la situación de un hombre pobre que no tenía nada más que una sola oveja a la que acariciaba y cuidaba con devoción y afecto. Un día, un hombre rico que poseía numerosos rebaños de animales invitó a unos invitados y decidió que no llevaría ninguno de sus propios animales para servir a sus homenajeados. En cambio, se apoderó de la única oveja del pobre. David responde enojado que el hombre rico debería ser ejecutado por su insensibilidad y crueldad, momento en el que el profeta se vuelve hacia el rey y comenta sucintamente: “¡Ese hombre eres tú!” (Es decir, David tuvo muchas esposas y, sin embargo, decidió apoderarse de la única esposa de Uriyá).
Esta táctica empleada por Natán refleja el tema subyacente de “Ama a tu prójimo como a ti mismo” que hemos desarrollado. Las evaluaciones que hacemos en abstracto a menudo se descuidan cuando están en juego nuestros propios intereses. El amor de una persona por sí misma nubla su juicio hasta el punto de conducir su vida de una manera que contradice directamente sus convicciones y creencias más fuertes. “Ama a tu prójimo como a ti mismo” exige que tomemos todas nuestras decisiones que afecten a los demás como si nos afectaran a nosotros, que hagamos evaluaciones como si nuestros propios intereses estuvieran en juego. Este es quizás el significado detrás del pasaje de la oración “U-netaneh tokef” recitada en Yamim Noraím: “Recordarás todo lo que fue olvidado y abrirás el libro de los recuerdos. Será leído y en él estará la firma de cada hombre”. Nuestras “firmas” confirman no sólo los hechos de nuestra conducta, sino también lo que estuvo mal. Nosotros mismos condenamos fuertemente este tipo de comportamiento por parte de otros, mientras que habitualmente actuamos de manera similar para servir a nuestros propios intereses.
El “gran principio de la Torá” exige coherencia en nuestra visión de los demás, que juzguemos y tratemos a las personas con la misma compasión, comprensión y simpatía con la que nos juzgamos y tratamos a nosotros mismos.
(Resumen de un artículo de mi maestro y amigo, Profesor Shalom Rosenberg Z”L)
COMENTARIO 2: La Rayuela…
Kedoshim tihiu…Consagrados seréis es el desafío semanal de nuestra Torá eterna. Kedoshím enoshiím, agrega el Rebe de Kotzk. Consagrados humanos. Pues El Creador dispone ya de miríadas de ángeles, hacedores de Su Voluntad. Ellos emanan del Creador y su santidad es inapelable así como inconmovible. Son creados para una misión, la cual superada, les abre las compuertas de la quietud y la espera…
Los hombres somos diferentes. Nuestra santidad está en la potencia de ser. Y una vez despertada de su largo sueño, convive, se entromete en cada decisión, nos eleva y nos exige alcanzar un nuevo escalón…Ascensos y metas. Todo es nuevo cada día. Todo es inquietud y tensión. La Kedushá trae al nuevo día y convoca al nuevo hombre que se crea en cada hora. Allí la santidad de la consagración humana que aguarda D’s de cada uno.
Pero cada uno y uno conforman el plural. Santidad en la tierra es sinónimo de colectivo. De ‘más de uno’. Plural es ante todo lenguaje de ‘dos’… Allí nace. Allí se nace. Kedushá es hombre y mujer consagrando la vida. Allí bajo el cielo de la Jupá, resuena el Kidushín. El acto mismo de consagración. De ser más de uno. De ser plural. En lenguaje, en posibilidades, en ideas, en sueños…
Ish imó veabiv tiráu. Madre y Padre son sujetos primeros en la tarea de santidad. Y cada uno a su madre y su padre habrán de temer. Porque ser consagrado es albergar dentro de uno esa sensación única, bella, incondicional, que se llama Temor. Santidad que conduce al temor… ¿Qué temo? Temo por la sagrada dimensión de la vida que fue depositada en mí al nacer. Temo, en el fuero más interior y puro, de esos seres multidimensionales que todo lo fueron y todo lo son, en el tiempo cuando ya no los tenga. Temor con reverencia. Temor a perder lo amado. Eso es también Kedushá para nuestra Torá. Pues fueron los padres en su inmensa tarea del hacer crecer los que plantaron en nosotros el sentido de la vida. Y El Santo Bendito Sea lo sabe…Y ha cedido Su lugar al de ellos…Allí comienza la escalera vital de un ser humano santo. De una nación santa, goi kadosh….
Sólo cuando se puede apreciar lo propio, el espacio interior que se crea para lo sagrado, en palabras simples, el hogar –su casa, la mía, la de todos-, sólo allí, podremos considerar el tiempo. Ve-et shabetotái tishmóru nos pide D’s. ‘Mis Shabatot habréis de guardar y preservar…’. Allí la santidad se une al tiempo. Papá, Mamá, Shabat…Las primeras vocalizaciones en la vida de un judío. Palabras ‘santas’. Sentidos sublimes del existir…
Nuestro Shabat nos invita a descubrir lo eterno en un recorrido simple… ¿Quién dijo que lo eterno es inalcanzable? ¿Acaso abrazar a los padres se tornó utopía? ¿Acaso danzar una danza apasionada con la reina –cada siete días- es una quimera? ¡Kedoshím tihiú! Se hace imperativo. Es condición de vida. ¡Condición debida!!
Allí comienza el camino. Un extenso trayecto revestido de moralidad. Una empinada escalera donde lo ético jamás escapa de nuestra vista si es que podemos ‘levantar nuestros ojos y mantener erguidas nuestras cabezas…’.
Vaikrá llega a su máxima expresión en nuestro recorrido semanal. Todo en la Torá es importante. No podemos privilegiar un texto o una Mitzvá sobre otra. Pero hay ‘disparadores’…De aquellos positivos disparadores que apuntan al ser moral. Al ser más humano. A no perder de vista lo esencial. A no ser superficiales. A poder comprometernos con nuestra realidad… Eso es Kedushá si me lo permite querido lector. Kedushá es involucramiento. Es no dejar pasar por alto. Es ver y reconocer. Es adjudicar la condición de único a aquello que amamos…No es poca cosa ser consagrados…No lo crea por favor…
Ki Kadosh Aní es e final del primer versículo. Debemos ser Kedoshím porque hay Una Fuente de Kedushá…Una única. El Todopoderoso.
Si esta perashá contiene los principios básicos de la Torá al decir del Midrash, es porque nos devuelve a un inicio. A buscar y rebuscar en el mundo de la creación y comprender este, nuestro universo. El propio. Donde nace la luz –el dar a luz- entre las frágiles manos de mamá y papá, y el mundo que descansa sobre la santidad de su corona, un tiempo donde todos los tiempos vuelven a ser…Nuestro Shabat.
Porque Santo Soy Yo dice D’s. ImitarLo a Él es aprender Sus caminos. Es tomar vuelo propio y planear sobre cada aspecto ligado a la existencia. Allí el ‘listado’ de los compromisos éticos decíamos, que señala la perashá en su continuación…Extensión que genera tensión. Porque ética es tensión y elección.
El peldaño que abre la llegada ‘al cielo’ en nuestra ‘rayuela’ espiritual que partió de ‘Tierra’, dice: ‘…Y amarás a tu prójimo como a ti mismo, Yo Soy HaShem’. Yo Soy, sugería el Kotzkever Rebe, en la medida que tu –ustedes- eres y son…No hay otra posibilidades de ser del Todopoderoso –si así podríamos decirlo- si no existe el amor por el otro. El próximo… Ser junto a mi otro es poder ser junto a D’s. Es hacer que El Creador habite entre los hombres. Tal como fue su deseo desde siempre…
Kedoshím tihiú…’Santos seréis’ es el llamado de nuestro Shabat. Aprender a jugar el juego más bonito e imaginativo de todos los tiempos. La rayuela espiritual…La que comenzando en tierra y con pasos firmes, nos alientan a dar un salto. Un salto hasta ¡el cielo!
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi