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(Comentarios sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
22/06/2024 – 16 DE SIVAN 5784
COMENTARIO 1:
La sección final de Perashat Beha’alotejá cuenta la historia de los comentarios despectivos de Miriam y Aharón sobre su hermano menor, Moshé. Miriam (quien aparentemente inició la conversación) fue afectada por la infección de la piel tzara’at como castigo por su discurso inapropiado sobre Moshé.
Al describir este evento, la Torá escribe: “Miriam y Aharón hablaron sobre Moshé… Ellos dijeron: ‘¿Ha hablado el Señor solo con Moshé? ¿No habló también con nosotros? Y HaShem escuchó” (12: 2). ¿Por qué la Torá enfatiza que “HaShem escuchó” lo que se dijo sobre Moshé?
Ibn Ezra y Jizkuni explican que la conversación de Aharón y Miriam tuvo lugar en privado, y no en presencia de Moshé, o de cualquier otra persona. La Torá enfatiza que aunque ninguna persona escuchó lo que se dijo, Dios escuchó e inmediatamente reaccionó.
Otros, incluidos el Rambán y Shadal, afirman que Moshé estuvo presente y escuchó lo que se dijo. Shadal prueba esto del relato de la Torá dos versículos después: “HaShem le dijo de repente a Moshé, Aharón y Miriam: Vayan, los tres, a la Tienda de Reunión”. Esto implica claramente que los tres hermanos estuvieron juntos durante este incidente.
Según estos comentaristas, la Torá enfatiza que “HaShem escuchó” para indicar que Dios reaccionó con enojo a pesar de que Moshé no lo hizo. Después de mencionar los comentarios de Miriam y la escucha de Aharón, la Torá describe la incomparable humildad de Moshé, como resultado de lo cual no prestó atención a lo que se dijo sobre él. La frase “y HaShem escuchó” transmite el mensaje de que incluso si a Moshé no le importaba, a Dios sí. Moshé actuó como si no escuchara, pero el Todopoderoso ciertamente escuchó y no permitió que esta infracción a la estatura de Moshé quedara impune.
De acuerdo con ambas interpretaciones, esta frase enfatiza la responsabilidad que tenemos incluso por acciones que parecen no tener impacto en otros. Somos responsables de lo que decimos y hacemos, independientemente de si esas acciones o palabras afectan a alguien más. Incluso si nadie escucha, debemos recordar que “va-yishmá HaShem “ – el Todopoderoso seguramente escucha y toma nota. La presencia constante de Dios es suficiente para exigir un discurso y una conducta adecuados en todas las circunstancias y en todas las situaciones, incluso cuando parece que nuestras acciones no tienen ningún efecto en ninguna otra persona…
COMENTARIO 2: “Gracias por el fuego…”
Educar es la tarea. Porque la libertad sólo se puede construir, edificar, hacer germinar, sólo en los terrenos fértiles del ser humano que aprende. Que logra discernir y comprender su mundo, sus días, la vida.
“Veshinantám lebaneja” creo, se ha erigido en el pilar de la existencia de la familia judía. “Veshinantám” como verbo, nos regala la posibilidad de volver a pasar por lo aprendido, una y otra vez. Diría que como construyendo círculos invisibles en derredor de un texto, para luego poder aferrarlo – aprehenderlo-…
Perashat ‘Beha’alotejá’ nos refiere en su comienzo acerca de una tarea que habría de ejercer el hombre más paradigmático del pueblo judío: el Sumo Sacerdote, con sus entrados y frágiles años de vida, era quien ‘marcaba’ los tiempos del Santuario: su tarea primera, en el crepúsculo del día –allí cuando las últimas luces luchan por imponerse ante la oscuridad que vence finalmente en su intento-, era encender al Menorá…Tarea que al lector circunstancial puede parece poco sustanciosa, y por sobre todo, una tarea menor para tamaña personalidad.
Sin embargo, la sagrada Torá, aplica un verbo diferente al ‘encender’ nuestro, el encender rutinario. Y nos sorprende cuando HaShem le da la orden a Aharón al respecto y Le dice: “Beha’alotejá et haNerot”, algo así que ‘cuando eleves el fuego’ (del Candelabro). Elevar el fuego es algo más que encender. Es acompañar la naturaleza del fuego –aquella que el Todopoderoso impuso en la física de la Creación-, que todo fuego tiende a “subir”. Pero el Creador requiere que seamos nosotros los promotores de ese “ascenso”. No dejar sólo que la naturaleza haga su camino, sino que el ser humano, pueda dominar esa naturaleza, y hacer él mismo un proceso, pero espiritual…
La tradición oral que transmitieron con tanta elocuencia nuestros sabios, hablan de “Hatavat haNerot”… “Hatava” – הטבה– es, nada más ni nada menos que mejorar (de ‘Tov’) la calidad de ese fuego que se encendía. Como insinuándonos que no sólo debemos “encender”, prender el fuego, sino deberemos procurar que ese fuego se sostenga y pueda permanecer encendido.
Rashí, el sabio comentarista francés del siglo 11, nos da una lección más. El dice: “צריך להדליק עד שתהא שלהבת עולה מאליה…”. Explica el exégeta, que el verbo “leha’alot” (de ‘Beha’alotej’a) insinúa un lenguaje de aliyá, y afirma: “que se debe encender hasta que la llama cobre fuerza por sí misma”. ¿Qué nos está insinuando la cita de la Guemará (Shabat 21) que trae Rashí? Hay un mensaje muy trascendente entre esas palabras que parecen simples.
La Guemará nos está hablando a padres, maestros, a los educadores de todos los tiempos. Educar no es sólo transmitir conocimientos. Educar no es tan solo escribir sobre la pizarra (¿se sigue haciendo en nuestros días?) y confiar que ya fue adquirido ese conocimiento. Educar hoy, en la posmodernidad, no es saber a que sitio enviar a google…Tampoco es inquirir en la Wikipedia…No. No nos confundamos querido lector. Queridos padres y educadores. La Guemará no habla de recursos didácticos ni para el aprendizaje. No habla de fuentes. Habla de algo más sustancial: ¿cómo habré de hacer para que educando –su hijo, mi nieto, aquel otro alumno adulto- cobren vuelo por sí mismos; que una vez que he lograd –hemos logrado- “elevar el fuego”, este se mantenga bien encendido y su fulgor suba más y más…Debemos educar insinúa la Guemará citada por Rashí, a que nuestros niños, jóvenes, adultos, ancianos, sean autónomos: logren mantener el fuego, con su mejor color.
Esa es la “Shalhevet olá me-eléah”. La llama que cobra vida propia y asciende, ilimitadamente, en el campo del saber. Luego, ese fuego que se eleva, logra darse un beso con el Cielo. Allí el amor por el estudio da la bienvenida a otro fuego, más puro, más sublime: el fuego de “Ir-at Shamáim”, del ‘Temor Celestial’. Y cuando eso ocurra, debe saber querido lector, que ese niño, que ese joven, que ese adulto y que ese anciano, habrán plasmado lo que cada atardecer y cada amanecer, era depositado en las frágiles y octogenarias manos de un hombre, que por sobre todo, era un amante de los demás. Y como los amaba, quería regalarles el obsequio más sagrado: esa Menorá, ese candelabro que permaneció encendido –permanece- entre los recónditos Cielos que son del Creador, pero en los hermosos y tiernos corazones de estos pequeños –que serán ‘grandes’, tanto como el fuego que supimos ‘encender’ en ellos…
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi
B’H.
Shabat Shalom Rab. Mordejai…
El Eterno lo bendiga grandemente.