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Corazón partido…
(Comentario sobre la Perashat Semanal)
05/8/2023 – 18 DE AV 5783
El encanto del Jumash Devarím es el de llevarnos a escenarios del pasado para tenerlos presente. La vida es así. Un ir y venir constantes entre aquello que transcurrió –a veces fugazmente- y el porvenir. Ir y venir que se dan cita en alguna ‘esquina’ de la vida, las esquinas del presente que nos muestran tal como somos, tal como fuimos.
Jumash Devarím es un desafío. Mental y emocional. Ser capaces de retrotraernos y proyectarnos. Mirar la vida con sabiduría y lograr construir la perspectiva de los hechos que nos forman a veces, nos deforman las otras. Alegrías y pesares que recorren las arterias de un cuerpo a veces extenuado y las otras, recobrando la vitalidad casi increíble de una juventud que parece renacer en cada vuelo imaginario entre los tiempos.
Jumash Devarím, querido lector, es un llamado a estar alerta. A prestar atención a lo que nos rodea. A los que nos rodean. Porque la verdadera tarea del vivir es poder discernir, poder describir y volver a discernir entre los miles y miles de fragmentos que se hacen a nuestro paso, y a partir de los cuales volvemos a reconstruir identidades perdidas cuando no olvidadas.
Perashat “Ekev” trae un escenario que preferiríamos olvidar: la confección de un becerro de oro tras haber alcanzado la ‘gloria’ del ser receptores de la Palabra de D’s revelada…Ni más ni menos. Entiendo a Moshé Rabenu. Construir la memoria de un pueblo pasa por traer al corazón –“Recordar”- volver a traer sobre el corazón escenas de un pasado que jamás habrá pasado. Porque lo llevamos dentro. Porque ese ‘becerro’ nos acompaña, consciente o inconscientemente, en cada labor que emprendemos, en cada relación afectiva que forjamos, en cada compromiso que pareceríamos tomar incondicionalmente. Ese becerro, de oro, porque siempre brilla en algún horizonte y nosotros solemos valorarlo, está allí. Presente.
“En aquel tiempo me dijo HaShem a mí: Talla tú, dos tablas de piedras, como las primeras y asciende hacia Mí, hacia la montaña; y habrás de hacerte un arca de madera. Y Yo escribiré sobre las tablas las Palabras -que estaban sobre las Tablas primeras- que habías quebrado, y las colocarás en el Arca”.
Las palabras “que habías quebrado” parecen superfluas. A estas alturas ya sabemos que Moshé fue quien rompió las primeras tablas que D’s le dio en la cima del monte Sinaí. A lo largo del capítulo anterior (Devarím 9), Moshé ha estado contando con gran detalle cómo llegó a romper esas primeras tablas, construidas y grabadas por ‘mano de’ HaShem. ¿Por qué D’s necesita decirle a Moisés que fue él quien las rompió: “que estaban sobre las Tablas primeras- que habías quebrado “?
La adición, “que habías quebrado”, no solo es innecesaria; también suena a descortés. Nos recuerda al esposo que le dice a su esposa: “Repararé la computadora que has roto…”. A pesar de la tentación, lo haría mejor sin esas últimas tres palabras hirientes, lo que agrega un insulto a la ocasión. ¿Por qué, entonces, HaShem siente la necesidad de recordarle a Moshé que él fue quien rompió las tablas?
Lejos de mí, estimada lectora es cuestionar al Todopoderoso. ¡No! Sólo que a veces, me siento ‘parte’ de estos intercambios maravillosos del texto, y siempre hallo un ‘pretexto’ para introducirme en él…
Por otro lado, en una interpretación bastante dramática, los sabios explican que con estas palabras D’s no recriminaba a Moshé, sino que lo aprobaba. Señalan que la palabra hebrea “asher” (‘las que…’) también se puede pronunciar como “ishur”, que significa “autorizar” y “aprobar”. Así, las palabras de HaShem a Moshé, “las primeras tablas que has quebrado” (‘asher shibarta’), también pueden entenderse como: “He aprobado en que las hayas quebrado” o “¡¡Gracias (‘yashar kojaja’) por haberlas quebrado!!”. HaShem aprobó y alabó a Moisés por romper las tablas…Paradojas de una lectura. Incógnitas de saber ‘leer’ los textos. Sabiduría para llevar a cabo en cada elección que hacemos por la vida…
Así es como nuestros sabios enseñaron después: “Las tablas enteras y las tablas rotas se encontraban dentro del Arca del Pacto”. Los judíos procedieron a juntar los fragmentos rotos del primer juego de tablas y los almacenaron en el Arca, en el Tabernáculo, junto con las segundas tablas enteras. Ambos conjuntos de tablas fueron llevados más tarde a la Tierra de Israel y guardados uno al lado del otro en el Arca, situada en el Lugar Santísimo en el Templo de Jerusalém.
Esto parece más extraño ¿Por qué colocarían las tablas rotas en el Lugar Santísimo? Después de todo, estos fragmentos eran un recordatorio constante del gran fracaso moral del pueblo judío. ¿Por qué no simplemente ignorarlas o depositarlas en un lugar seguro y aislado?
Quizás necesitemos examinar todo este episodio desde un punto de vista más profundo ¿no le parece?
Los dos conjuntos de tablas, las enteras y las rotas, simbolizan dos dimensiones en nuestras vidas: disfrutamos de momentos de plenitud, pero también luchamos con períodos de ruptura. Hay momentos en los que nos sentimos conectados con la santidad y la espiritualidad de la vida, cuando nos sentimos con buena salud y dignidad internas, pero hay momentos en los que nos sentimos fragmentados, alienados de D’s, distantes de nuestro destino.
La vida está llena de paradojas. Es amable y cruel. El mismo amanecer anuncia una promesa para una persona y la agonía para otra. El amor es muy curativo para un corazón y causa mucho dolor para otro. La vida ofrece a sus participantes momentos profundos de alegría y satisfacción, pero también otros de mucha angustia y conflictos: las dificultades de la vida diaria, la agonía emocional, mental o física, la agitación de la vida familiar, los desafíos de salud, los obstáculos financieros y el dolor incomparable de perder seres queridos.
Y el vacío interior: el que intentamos eclipsar a través de las compras, las vacaciones, el alcohol, la lectura, navegar por la web y muchos otros métodos disipantes, permanece tercamente intacto, negándose a permanecer en un bajo perfil, alegando su control sobre un ser humano creado para servir a una vocación superior.
E incluso cuando las cosas van bien y no tenemos mucho de qué quejarnos, a menudo estamos confundidos y desconcertados por los patrones de vida que hemos elegido…
Por lo general, es inútil responder a estos misterios intelectualmente. Las ideas no siempre tienen una oportunidad para la crudeza del dolor. Las ecuaciones matemáticas no poseen el poder de calmar la agonía que sufren tantos corazones puros. Solo enfrentando la brutalidad de la vida con honestidad e involucrándola con todo nuestro ser, podemos esperar descubrir algunos de los secretos y oportunidades contenidos en los componentes rotos de nuestras vidas.
Es por eso que los sabios nos dicen que no solo las tablas enteras, sino también las rotas, estaban situadas en el lugar santísimo. Esto transmitió el mensaje articulado en la propia génesis del judaísmo: las piezas rotas de mi vida son tan sagradas como las partes sanas. Di-s está presente no solo en las tablas completas, sino también en las rotas…
“¡¡Gracias (‘yashar kojaja’) por haberlas quebrado!!”, HaShem le dice a Moshé. Las tablas rotas, que representan las piezas destrozadas de la existencia humana, tienen su propia historia que contar; contienen una luz propia. La verdad se encuentra no solo en la salubridad, sino también, quizás principalmente, en los fragmentos rotos del espíritu humano. Hay momentos en que Di-s desea que nos conectemos con Él como personas sanas, con claridad y un sentido de plenitud; Hay momentos aún más profundos cuando Él desea que lo encontremos en las experiencias destrozadas de nuestras vidas.
Esperamos y rezamos para disfrutar siempre de las “tablas enteras”, pero cuando nos encontramos con las rotas, no debemos huir de ellas ni desanimarnos por ellas; con ternura debemos abrazarlas y llevarlas a nuestro “lugar santísimo”… A nosotros mismos. A esos ojos y ese corazón que miran el por venir…
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Que seamos meritorios de vivir el consuelo deTzión
y la construcción de Ierushaláim