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(Comentario sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
13/01/2024 – 3 SHEVAT 5784
COMENTARIO 1:
Perashat Vaerá comienza con las promesas de HaShem que aseguran a Bené Israel la redención incluso después de que la confrontación inicial de Moshé con el Faraón resultó en que intensificara su carga de trabajo. La Torá relata que Moshé transmitió estas promesas a la gente, pero estaban demasiado quebrados física y emocionalmente para aceptar sus garantías (6: 9).
El sabio maestro del jasidut, el Sefat Emet (año 5639) comenta que aunque Bené Israel rechazaron el mensaje de esperanza y promesa de Moshé, esto no significa que la transmisión de esta profecía fuera inútil. Él escribe: “El Todopoderoso… ordenó a [Moshé] que le dijera esta profecía a Bené Israel, a pesar de que no lo escucharan… [porque] sin embargo, un ligero impacto definitivamente permaneció con ellos a partir de estas palabras”.
Aunque la gente respondió a la profecía de Moshé con rechazo, el mensaje que transmitió tuvo algún impacto sobre ellos, por leve que fuera. El Sefat Emet agrega: “En el corazón de una persona existe un conocimiento leve, y HaShem, que examina los pensamientos y el corazón, comprende este pensamiento que la persona misma es incapaz de percibir”.
Hay conmociones del corazón y realizaciones de la mente que no podemos percibir, pero que de hecho ocurren y tienen un impacto en nuestro crecimiento y desarrollo. No siempre vemos los pasos positivos que damos, ni notamos nuestro crecimiento personal o mayor comprensión. Hay tanto sobre nosotros que solo HaShem, el “bojen kelayot va-leb” – בוחן כליות ולב, “Quien escudriña nuestros ‘riñones’ y corazón” – es decir, sabe todo sobre nuestros pensamientos y sentimientos, es consciente de todo nuestro ser interior. Y entonces envió a Moshé a cumplir Sus promesas de redención a pesar de saber que la gente no las aceptaría, porque sabía que este mensaje tendría un impacto leve, e incluso un impacto leve es significativo y valioso.
El Sefat Emet, en una brillante significación, nos enseña aquí que no debemos desanimarnos cuando sentimos que nuestros intentos de crecer, mejorar y aprender son infructuosos. Cada dato que aprendemos, y cada pensamiento sincero de introspección y resolución, nos impacta de alguna manera. El crecimiento no siempre se puede discernir externamente y no necesita ser discernible externamente para ser valioso.
Los comentarios del Sefat Emet también transmiten una lección importante relacionada con la educación. Los efectos de los esfuerzos de los padres o educadores no siempre son evidentes y, muy a menudo, no lo serán hasta muchos años después. Incluso cuando parece que los mensajes enseñados y transmitidos a los niños y estudiantes son rechazados, esto no significa necesariamente que no hayan tenido ningún impacto. Debemos hacer lo mejor que podamos para educar a nuestros hijos y mejorarnos a nosotros mismos, y confiar en que mientras nuestros esfuerzos sean sinceros, tendrán un impacto positivo, por leve que sea, y que incluso un impacto leve es precioso y valioso.“Shelaj lajmejá al pené ha-máim” – שלח לחמיך על פני המים afirmaba el sabio rey Shelomó. ‘Arroja tu pan sobre la faz de las aguas’…No seamos calculistas de nuestro esfuerzo y deber. Arrojar nuestro pan, es brindar nuestra enseñanza, nuestro saber, nuestro ser. Aparentemente, el curso de las aguas sería un final…Pero no. Es una finalidad… “Ki be-rov ha-yamím, timtzaénu…” – כי ברוב הימים תמצאינו, ‘pues en el correr de los muchos días lo hallarás…’. Allí el impacto del sabio Sefat Emet. Allí nuestra tarea que jamás ha de ser en vano. Bienvenidos al superarnos. Como padres, como educadores, como personas…
COMENTARIO 2: Vencer al enemigo interior
Moshe Rabenu tenía delante de si una carrera con obstáculos. No competía con nadie, pero los fantasmas presentes en la conciencia del pueblo judío no dejaban de hacerse presentes a diario. Era difícil alcanzar las metas, cuando el sueño se veía postergado ante tanta realidad obnubilante, o al menos, creadora de insomnios espirituales en el seno de una comunidad devastada por el silencio y la incertidumbre.
¿Cómo vencer la monotonía? ¿Cómo llegar a hacer ver a aquel que es ‘peor que el ciego’, al decir del refrán popular? ¿Cómo poder enfrentar la obstinación del endurecido Faraón, en su corazón y en su mente –sensibilidad y actitud-, y la conducta emergente en medio de sus propios hermanos, desesperados y desesperanzados?
Tenía razón Moshe la semana que paso cuando intentaba por todos los medios escapar de lo inevitable: su misión…No comprendía Moshe que ‘su misión’, debería unir los extremos: sumisión. Debería entregarse totalmente a la Voluntad de Su Creador. No había alternativas. La carrera estaba en marcha y él, su competidor exclusivo…
Es difícil ser pueblo judío. Tanto o más que ser judío. Porque se multiplican los conflictos. Se radicalizan las posturas. Se distancian las proximidades. Se cortan y recortan los vínculos. Es difícil ser judío en Egipto, debería decir nuestra afirmación ante todo. Porque Egipto potencializa nuestros defectos, como todo enemigo. Y estos años de penosa esclavitud y dolorosa tortura no fueron menos en nuestra condición del ser.
Si el Faraón se propuso algo, fue eso: no dejarnos ser. “Haba nitjakema lo” decía jubiloso la semana pasada al inicio de nuestro Sefer Shemot. El triste y celebre Faraón egipcio sumaba –en plural- a todos su súbditos para ejercer el odio y discriminación hacia los hebreos. No se trata solo de ser ‘más sabios que ellos’. El verbo también habla de sofisticación. Ser más sofisticado significa actuar sobre algo más. Penetrar la otra parte de la existencia. El ser del otro. Su expresar y su sentir. Su condición natural y primera como humano. ‘Vamos a no dejarlo ser como debe y como quiere’ intentamos decir. Vamos a enajenarlo. A que no se reconozca. Que deje de ser quien es. Nada más y nada menos.
Eso es, querido lector, lo que produce Egipto entre nosotros. Hacernos ajenos. Hacia nosotros mismos y para con quien nos acerca una mano y una palabra de ayuda. Para quien nos ‘viene a salvar del ostracismo y la despersonalización’. Y no es poca cosa.
Moshe Rabenu sabía que no era fácil. Aunque su primer contacto, tras sus pasados cuarenta años egipcios –los cuales se vieron cortados por su intervención dando muerte al egipcio que castigaba al hebreo-, le ofreció una esperanza alentadora, a él y a su hermano Aharón, cuando reunidos frente a los ancianos de Israel, nos decía el final de nuestra perashá pasada: “Y fueron Moshe y Aharón y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel…y creyó el pueblo…inclinaron la cabeza y se prosternaron”.
Sin embargo, al traer las palabras más excelsas oídas alguna vez; al regalarle al pueblo judío la esperanza que habría de recorrer y sellar a fuego toda su historia en cuatro verbos –los ‘cuatro lenguajes de la gueula’ -, la sorpresa no es menor.
“Y hablo Moshe de esta manera a los Hijos de Israel; mas ellos no escucharon a Moshe…mi-kotser ruaj u-me-avoda kasha”.
Queríamos preservar las expresiones. Kotser Ruaj y Avoda Kasha…He aquí la realidad. El relato de la realidad de aquellos días. El relato de lo que hubo que enfrentar Moshe en ese tiempo. No solo al Faraón había que confrontar. Había un pueblo, todo un pueblo, que superar en el convencimiento de la visión y en lo sagrado de la misión.
Y es por ello que decimos no saber cuál era el peor enemigo a enfrentar. Si el Faraón con toda su terquedad y obstinación o el mismo pueblo –sus hermanos-, vencidos una y otra vez por la maquinaria egipcia desangrante y asfixiante. Porque la conducta del Faraón tiene explicaciones. Es HaShem Quien dirige su voluntad y endurece su corazón. Porque hay que darle su merecido y no dejarle salirse de esta con impunidad, así como se salen los dictadores modernos de los genocidios que han propuesto para con los demás.
Pero… ¿Qué pasa con nosotros?
Kotser ruaj dice la Tora primero. Hay insuficiencia. Impaciencia e intolerancia. ¡Cuántos ‘in’ todos juntos! Según Rashi, la dificultad se marcaba en la respiración del pueblo. Pero para el sagrado Or HaJaim (Rabi Jaim Ben Attar), la falta estaba en la sapiencia de Tora. Al no estar compenetrados de Tora, no podían escuchar. ‘Ya que la Tora ensancha y amplia la dimensión del corazón humano’.
Lo físico y lo espiritual juegan su partida doble en nosotros. Y el Zohar, remata la idea afirmando que: ‘Dijo Rabi Iehuda: de modo que no tenían descanso, y por tanto no podían respirar…’. Que en una segunda lectura, nos quiere decir el sabio: no había en quien reparar, por lo que sus aspiraciones eran nulas…
Y a todo ello, agreguemos: “u-me-avoda kasha”. El segundo aspecto que indica el trabajo pesado, duro, aflictivo y conflictivo.
¿Resultado? “Y no escucharon a Moshe…”. He aquí el enemigo vital a vencer. A convencer si nos permiten. Superar las estrecheces y sobrellevar el conflicto. Aquí deberá trabajar duro Moshe. Del Faraón hay Quien se ocupe. Pero el pueblo judío requiere de paciencia y sensibilidad. Requiere que su ‘ruaj’ –su espiritualidad se alargue, sea suficiente, para que pueda escuchar. Es el primer paso para soportar cualquier conflicto y trabajo pesado. Vencer al enemigo interior. Aquel que me hace estrecho y me asfixia. Aquello que Egipto, su monarca y su pueblo, tendieron como red sobre nosotros.
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi