Blog
(Comentarios sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
13/04/2024 – 5 DE NISAN 5784
COMENTARIO 1:
La Sagrada Torá instruye que cuando una persona es declarada Metzorá, debe residir fuera de su ciudad (“badad yeshev“) hasta que su tzara’at se cure y se someta al proceso de purificación requerido (13:46). La Guemará en Masejet Arajín (16) explica esta ley sobre la base de la conocida asociación entre tzara’at y el pecado de lashón ha-rá, – discurso negativo sobre otras personas-: “Se separó entre marido y mujer, entre un hombre y su prójimo; por tanto, la Torá decía: ‘Residirá en soledad’”. Su período de soledad sirve como castigo por haber hecho que la gente se sintiera sola al romper relaciones a través de sus chismes y la difusión de información negativa sobre ellos.
El autor de Oznayim La-Torah, profundiza en el significado de la soledad de la Metzorá. Darse el capricho de los chismes y la negatividad a menudo expresa una incapacidad o una negativa a tolerar a otras personas. Una persona que constantemente se queja de los demás y habla negativamente de ellos transmite implícitamente el mensaje de que todos, además de él, son malos y socavan su satisfacción.
Su mentalidad, llevada al extremo lógico, es que nadie más debería habitar la Tierra más que él. Cuando destacamos y protestamos por las cualidades negativas de todas las personas, esencialmente nos negamos a aceptar a las personas tal como son e insistimos en un mundo “perfecto” donde nadie represente ningún tipo de amenaza para nuestra felicidad.
Al Metzorá se le muestra, por tanto, la alternativa que en realidad desea: una vida de soledad. Si todo el mundo es tan malo como él dice que es; si no puede tolerar las faltas y los defectos de otras personas, entonces su única opción es “badad yeshev“. La dolorosa experiencia de la soledad, servirá para que la persona sea consciente de cuánto anhela la interacción social y cuánto desea estar en compañía de las personas a las que tanto le gustaba criticar y difamar. Al Metzorá se le demuestra que si quiere disfrutar de los beneficios de la interacción social, debe estar dispuesto a aceptar los desafíos de la interacción social: la competencia por los bienes y el respeto, los aspectos desagradables o incluso irritantes del carácter de otras personas, etc. Si no está dispuesto a aceptar estos desafíos, entonces está consignado a una vida de soledad y soledad.
Vivir entre personas y experimentar la comodidad de la comunidad requiere una perspectiva y una mentalidad positivas, que enfoquemos nuestra atención en todo lo bueno de los demás y aceptemos pacientemente el resto. Si no podemos tolerar las faltas y las faltas de la gente, entonces perdemos nuestro derecho a vivir entre ellos y somos expulsados “fuera del campamento”, para sufrir la soledad del aislamiento.
COMENTARIO 2: Entre el Sembrar y el Construir…
Un sugestivo título propone nuestra Torá, el presente Shabat para nuestra lectura y aprendizaje. “Tazría” nos habla de la condición más elevada que alcanza el ser humano al engendrar la vida y ser artífice de la pro-creación: es decir, asociarse al Todopoderoso en Su empresa inicial de dar vida al mundo y llenar e insuflar de vida al hombre, corona de Su Creación. El concepto que asocia nuestra Torá a la tarea encomendada de recrear y generar la vida por doquier está ligado a la ‘raíz’ hebrea “zera”: que significa semilla, plantación.
El arte del vivir será para Adám el llevar a cabo la obra más simple y más compleja: plantar para trascender; trabajar en la profundidad de su existir, a fin de comprender a su mundo, a Su Creador; penetrar –así como la semilla- en la intimidad de la tierra y abrazar después, la dimensión de los Cielos traducidos en esfuerzos, sueños y realizaciones: sus propios hijos. Sus frutos y flores más bellos, que adornarán los hechos de sus días y la inmensidad de sus horas.
“Ha-zor’ím be-dim’á…” cantaba el rey David en sus Salmos, ‘los que siembran con lágrimas, con júbilo habrán de cosechar’: no es fácil la tarea; supone lágrimas –de alegrías y de las otras, porque supone esfuerzos, porque conlleva dolor y pena; pero la siembra, que une los contrastes mismos de la vida al plantar la semilla en la oscuridad de la tierra aunque necesitando el tallo y más tarde la flor del sol en su esplendor, la semilla –“zera” – decíamos es la vida misma. Y la vida es una larga y prolífica cosecha de hechos y dichos, de acciones y de ideas, de sueños, proyectos y planes…Y no todos por ierto llegan a término. Allí las lágrimas, pero también la alegría…
“Cuando una mujer engendrare y diese a luz…” principia nuestra primera perashá anunciándonos el instante cuando el mundo cobra vida, en los días de un varón o de una niña. Y al leer el primer versículo, parece volver a nosotros el recuerdo de Adám y de Javá, los primeros en ser llamados a existir en este nuestro mundo. Y si Adám nos habla de la condición humana física –‘macho y hembra los creó’-, Javá nos estará presentando a esa condición elevada a su máxima expresión: “ki hí Em col jai” – ‘pues ella es la madre de todo ser viviente’-.
Es significativa la afirmación del Rab Moshé Tsví Neria, de bendita memoria-, quien escribe en su libro ‘Ner laMaor’ que nuestra perashá es “la construcción ‘em=madre’ del pueblo judío”. Y se refiere el Rab al hecho que cuando se menciona la creación del hombre, el verbo utilizado por el Génesis es: ‘Vaitser’ –formó (D’s)-, verbo asociado a la Jojmá, sabiduría; mientras que al referirse a la mujer, el texto propone: ‘Vaiben’ –construyó (D’s)-, verbo que está ligado a la Biná –la inteligencia deductiva-.
De lo que inferimos, sugiere el Rab, que la tarea paterna está relacionada con el saber, mientras que la esencia de lo maternal, transcurre por el construir=inteligentemente. El padre será en la concepción judía el iesod –el fundamento-, mientras que por la madre correrá la esencia de la ‘construcción, de la edificación’, el ‘Binián’.
Tal vez ahora, querido lector le quede claro aquello que en la ‘Sheva Berajot’, las Siete Bendiciones que enmarcan la ceremonia del casamiento judío, cuando bendecimos a D’s ‘…aher iatsar et ha-adám be-tsalmó’, ‘Quien creó al hombre a Su Imagen’, “Ve-hitkín lo mimenu BINIÁN adé ad…”: ‘y erigió para el una construcción de eternidad’, que el hombre se asoma al mundo del Creador a través de la ventana del alma de su mujer: del edificio que le permite allegarse hasta los mismos Cielos y desde allí, descender a su plataforma terrenal, y plantar, sembrar, cosechar los frutos y las flores: el “sejar perí baten”, ‘la recompensa del fruto del vientre’. “Ve-jaié OLAM natá betojenu”: ‘La vida eterna plantó en nosotros’. Y todo, todo, desde ‘Ishá ki tazría ve-ialedá…’.
Nacer a la libertad es trabajar en el silencio de una siembra cuidadosa, paciente y expectante. Crecer al amparo de la libertad, es construir, lenta y pausadamente, los cimientos de la personalidad. Tareas todas que requieren de aquellos seres que conjugan –como las madres- condiciones de ángeles ministeriales. Prontas para la misión. Dispuestas para la visión. Creadoras de mundos infinitos donde la vida se regocija a cada instante…
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi
Shalom rabino muy interesante la parasha entendí entre la asociación de la lepra y lashon hara me gustó su definición
Excelente reflexión!!!