Blog
(Comentarios sobre la Perashat Semanal)
Por el Rabino Dr. Mordejai Maarabi
20/07/2024 – 14 DE TAMUZ 5784
COMENTARIO 1:
Perashat Balak cuenta la historia del rey Balak quien le encargó a Bil’am que maldijera a Bené Israel, a quienes percibía como una amenaza directa a su reino, Moab. Cuando Bil’am llegó a Moab, Balak lo llevó a un lugar desde el cual pudo ver “ketzé ha-am” – “el extremo (una parte) de la nación” (22:41). Más tarde, también, cuando Balak y Bil’am hicieron su segundo intento de maldecir a Bené Israel, Balak enfatizó a Bil’am que lo estaba llevando a un lugar desde donde solo vería el “borde” “un extremo”, de Bené Israel (23:13).
El término “ketzé ha-am” trae a la mente un término similar mencionado anteriormente en Sefer Bemidbar, en el breve relato del castigo impuesto a Bené Israel en respuesta a sus quejas después de abandonar el Monte Sinaí.
La Torá dice que D’s envió un fuego que consumió “bi-ktzé ha-majaneh” – aquellos en el “borde del campamento” (11:1). Rashí, basado en el Sifré, explica que esto se refiere a la chusma, los elementos inferiores de la nación. Si la palabra “ketzé” en el contexto de las quejas de la gente durante el viaje denota a los miembros más humildes de la nación, entonces quizás el Sifré interpretaría esta palabra aquí en Perashat Balak de manera similar.
Es decir, el Sifré podría explicar que Balak mostró específicamente a Bil’am los elementos más bajos de Bené Israel. De hecho, el Midrash Ha-Gadol interpreta “ketzé ha-am” en el sentido de que Balak mostró a Bil’am los miembros pecadores de la nación.
Esta también es probablemente la intención de Targum Yonatán ben Uziel quien explica que Balak le mostró a Bil’am la tribu de Dan, que, como sabemos por un versículo anterior en Sefer Bemidbar (10:25), viajaba en último lugar, y que presumiblemente también acampó al ‘borde’ del campamento.
Ahora el Midrash (Pesikta Rabbati 12) comenta que la tribu de Dan adoraba ídolos incluso durante este período, cuando los Hijos de Israel transcurrían por el desierto. Y así, si, de hecho, “ketzé ha-am” se refiere a la tribu de Dan, la elección de mostrar a Bil’am esta tribu probablemente se debió a su baja nivel espiritual, ya que era culpable de adoración de ídolos.
Como el objetivo de Balak era facilitar que Bil’am colocara una maldición sobre Bené Israel, es comprensible que dirigiera su atención a los elementos menos impresionantes y menos simpáticos de Bené Israel. Quería que Bil’am despertara la ira Divina sobre Bené Israel, y la mejor manera de lograr esto, en su mente, era mostrarle a Bil’am la gentuza, los segmentos de la nación que fácilmente podrían ser criticados, condenados y disgustados.
Es fácil señalar un subgrupo problemático y juzgar a todo el grupo sobre esa base. Si queremos encontrar fallas en cualquier grupo de personas, podemos, en la mayoría de los casos, encontrar un miembro o un puñado de miembros que puedan ser criticados legítimamente. El enfoque de Bil’am fue presentar las fallas de un segmento como un reflejo y representación de toda la nación, como un retrato preciso de Bené Israel. Es la naturaleza y la esencia global. Nosotros, que estamos llamados a seguir el ejemplo de Abraham Abinu, la antítesis de Bil’am (Avot 5:19) , debemos evitar juzgar al todo sobre la base de una minoría impía. Se nos indica que miremos a las personas con el “ayin tova” de Abraham Abinu, enfocando y destacando todo lo que es admirable y digno de elogio, en lugar de buscar criticar y encontrar fallas.
COMENTARIO 2: Palabras que matan…
Se cuenta en nuestro Talmud que una vez, habían llegado a la ciudad unos famosos eruditos y hombres de bien. Alentado por la noticia, Rabí Shimón sugirió a su hijo que fuera a pedirles una bendición. Así lo hizo el joven, mas a su regreso al hogar dijo a su padre: “¡En lugar de bendecirme, amado padre, me han maldecido!! Me han dicho: ‘Que siembres, pero que no cortes lo sembrado; que hagas entrar pero no salir; que hagas salir pero no entrar; que tu morada quede arruinada, pero tu vivienda temporal sea firme; que tu pan sea consumido y no llegue nunca tu año de regocijo’, concluyó el atónito joven.
Su sabio padre entonces lo calmó y le dijo: “Estas no son maldiciones, hijo, sino bendiciones. Escucha su significado: Tendrás hijos y no verás su muerte; verás entrar a tu casa a tus nueras y no las verás abandonar a tus hijos para regresar al hogar de sus padres; a tus propias hijas verás salir de tu casa y no las verás regresar para vivir contigo; vivirás tanto tiempo que tu tumba familiar caerá en ruinas, pero tu casa será firme y perdurará mucho tiempo. Tu pan será consumido por una familia grande. Finalmente tu mujer vivirá mientras vivas tú y no tendrás que volver a casarte ni tener el ‘año de llevar regocijo por una nueva mujer’ de acuerdo a la Torá”, culminó el sabio Rabí Shimón. (Talmud Bablí Mo’ed Katán 9 B).
El ejercicio que propone el Talmud, no solo pasa por saber escuchar, sino entender lo que se dice. Muchas -sino la mayoría- son las veces que la “primera escucha” nos lleva a entender lo que queremos. O a lo que vulgarmente después justificamos con el clásico: “fue un malentendido”.
De todos modos, los malos entendidos no acortan las distancias, lo contrario es lo correcto. Porque “se dijo lo que se dijo” y “por algo debe ser” son las fatales muletillas que agotan toda esperanza y provocan tristes desenlaces. Por lo tanto, estamos ante una situación que nos invita a saber escuchar e interpretar aquello que se nos está diciendo.
Y esto vale, querido lector, para todos los lugares y todas las personas. Muchos son los que nos hablan, pero ¿nos dicen realmente algo? Más, desafortunadamente, son los que nos adulan -en determinados momentos, y nosotros, pobres de nosotros, nos las creemos.
Después llegarán las otras, las que no quisiéramos escuchar, pero que llegan, por el simple hecho que somos humanos, nos recorren pasiones y nos devoran instintos. También allí vale la pena escuchar para entender. No sólo se aprende de las alabanzas en este mundo… (Aunque los hay que no pueden ni hasta con las más mínima de las críticas).
Tener una buena lectura de lo que se dice, entender más allá de lo explícito, seguramente nos ayudaría no sólo a saber algo más de nosotros, sino y por sobre todo, a saber a quién tenemos en frente…
¡Es tan difícil a veces discernir entre tantas palabras que se nos dicen! ¿Cómo hago para distinguir si se ha dicho para bien, o por el opuesto?
¿Cómo comprender los gestos y silencios, las sonrisas y miradas que se dirigen hacia alguna parte de mi ser, y saber, con certeza que es para bien o para mal? Es tan complejo este mar, que debemos prepararnos para zozobras permanentes, nos parece. Porque por aquí navegan las naves de la hipocresía, los barcos de la envidia, los buques de la indiferencia y los acorazados del odio. Y… ¿Quién se anima a dar batalla?
Algo así ocurre con Bilám, profeta, hechicero y mago entre los gentiles. Una virtud: gozaba de la Palabra de D’s. El Todopoderoso no sólo derramó su Sabiduría sobre los judíos (aunque no lo crea), también lo hizo ente los pueblos del mundo y sus profetas. Bilám, es uno de ellos. Tiene todas las condiciones -intelectuales y emocionales- para ser un buen delegado de El sobre la tierra.
A Bilám le ofrecen un trabajo. Un rey, amigo suyo, le ofrece el “oro y el moro” con tal que Bilám se avenga a cumplir su cometido: Hacer uso de la Palabra. Esa que poseía, esa que lo encumbraba entre los gentiles hasta el rango de Profeta. ¿Qué quiere este Rey de Bilám? Que su palabra esté dirigida hacia el pueblo judío: “Ven y maldíceme a este pueblo, pues sé que a quien bendices es bendito, y a quien maldices, maldito es”… ¿Qué tal? Qué poder tiene la palabra, verdad? ¡Cuánto se esconde detrás de lo que se dice! ¿Me va entendiendo, no?
Pero hay una buena, o al menos así parece: Bilám accede a ir hacia lo de este rey, con la condición de “que aquello que D’s ponga en mi boca, eso habré de decir”. Hasta allí todo bien.
Los hechos relatados en la Perashá, demuestran que en lugar de maldecir, Bilám bendijo. “¿Cómo habré de maldecir aquello que está bendito?” se excusaba ante un irritadísimo monarca, presto a expulsarlo de su reinado.
Y todo parece tener un final adecuadamente bueno. Hasta que nuestro sabios, de bendita memoria, invitan a pensar, a rever, a los “vistos y considerandos” del caso, y llaman nuestra atención diciendo: “Dijo Rabí Iojanán: De la bendición de aquel malvado (se refiere a Bilám), tu puedes deducir que pensaba dentro de su corazón” (Talmud, Sanhedrín 105 b).
¿Cómo dice? ¿Qué hay algo escondido? ¿Qué me quiso decir otra cosa? ¿Me está hablando acaso de “doble intención”? ¿Es posible?
No sólo es posible. A veces es real. Mírelo Ud. mismo, con sus propios ojos. Continúa Rabí Iojanán, ahora interpretando las “bendiciones”:
“Quiso pedir que no existan en el pueblo judío ni Casas de Estudios ni Sinagogas y dijo: ‘¡Cuán hermosas son tus tiendas Iaacob!’; ‘Que la Providencia Divina no repose sobre ellos’: ‘¡Tus Santuarios, Israel!; ‘Que el reinado de Israel no se perpetúe’: ‘Como los arroyos perennes…’.
Así es la otra cara de la moneda. La que no comprendimos o tal vez, la que no quisimos o pudimos entender.
La Torá invita este Shabat a estar alerta. No siempre lo bueno que se dice es definitivamente bueno. Tampoco lo malo. Y no es cuestión de apreciaciones. La sinceridad no es moneda corriente en el mercado de la humanidad parece. Bilám se presenta dispuesto a todo, aún en nombre de D’s. La tarea es descifrar lo que dice y cuanto dice. Parece tener un mensaje convincente. Su discurso no admite dudas, en apariencia.
Y nosotros, en el camino de la vida, de los afectos, y del poder (y hasta del no poder), nos perdemos nuestra mejor cualidad: Saber de dónde proviene el amor verdadero; discernir quién verdaderamente nos quiere y quién no; apreciar -en este mundo de palabras-, aquellas que “provienen del corazón y que entran al corazón”, de aquellas otras que emanan de la boca “para afuera”. Y que no nos duela…
Entender lo que nos dicen, para saber a quién tenemos en frente.
¡¡Shabat Shalom uMeboraj!!
Rab Mordejai Maarabi